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CAMINANDO CON MARIA Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant MARIOLOGIA - BIBLIOTECA DOCUMENTOS EXTERNOS |
BIENAVENTURADA
VIRGEN MARIA DEL MONTE CARMELO 16 de julio 1999 |
La fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo es una de
las celebraciones marianas más populares y más queridas en el pueblo de Dios.
Casi espontáneamente nos traslada a la tierra de la Biblia, donde en el siglo
XII un grupo de ermitaños comenzó a venerar a la Virgen en las laderas de la
cordillera del Carmelo. De este pequeño grupo de hermanos, reunidos junto a
la fuente de Elías, nacerá lo que hoy es la Orden de los Carmelitas,
consagrada a la Virgen del Monte Carmelo, Madre del Señor. En la Escritura se
hace referencia muchas veces a la vegetación exuberante del sagrado monte del
Carmelo (cf. Is 35,2; Cant 7,6; Am1,2), ligado desde antiguo a la experiencia de Dios a
través de la vida y el ministerio del profeta Elías (1Re 18,19-46). La
frondosidad y la belleza del Carmelo evocaban aquella otra belleza que adornó
siempre a María: su docilidad a la palabra de Dios, su oración callada y su
fe inquebrantable. A ella se le pueden aplicar con razón las palabras del
profeta Isaías: "Le han dado la gloria del Líbano, el esplendor del
Carmelo y del Sarón" (Is 35,2). EL CARMELO TERESIANO Y Nuestra Señora del Monte Carmelo es venerada y contemplada
como modelo de fe y de oración. Los frailes y monjas carmelitas, los laicos
del Carmelo Seglar y cuantos se sienten unidos espiritualmente a la gran
familia del Carmelo, la acogen como su madre y hermana, constante inspiradora
de una contemplación fuerte y fecunda, centrada en la obediencia fiel a la
Palabra de Dios. Para Para San Juan de COMENTARIO A LAS LECTURAS BÍBLICAS DE LA MISA 1 Re 18, 42-45 Gal 4, 4-7 Jn 19, 25-27 La primera lectura (1 Re 18,42-45) pertenece al llamado
"ciclo de Elías", antigua colección de historias de este profeta
que dejó una impronta imborrable en la memoria del pueblo de Dios. Elías (en
hebreo: "Eliyaju = "Yahvéh
es mi Dios") es el gran profeta de la fe y del celo por la gloria de
Dios. En la época de Elías el pueblo vivía en una situación extrema de
confusión religiosa, a tal punto que había llegado a seguir a Baal, un dios
extranjero de la fecundidad, al que consideraban la verdadera fuente de los
bienes de la naturaleza, que enviaba la lluvia y el rocío para fertilizar a
la madre tierra. El profeta Elías, para probar que sólo Yahvéh
controla la naturaleza, había jurado que no habría lluvia ni rocío si no
cuando él lo ordenara con su palabra profética (1 Re 17,1). Después de
algunos años de sequía y gracias al ministerio de Elías el pueblo había
vuelto a reconocer al verdadero Dios (1 Re 18,20-40). Cuando el pueblo se
convierte, Dios está dispuesto a dar la lluvia de nuevo. Elías entonces
invita al rey Ajab a "comer y beber" (1
Re 18,41), es decir, lo invita a hacer fiesta porque el pueblo ha vuelto a su
Dios y el Señor mandará otra vez el agua sobre la tierra: "Sube, come y
bebe porque ya se oye el ruido de una lluvia torrencial" (1 Re 19,41).
Probablemente Ajab había estado ayunando por largo
tiempo, a causa de la sequía, como signo de luto y penitencia, según la
costumbre que se seguía en tiempo de calamidades (cf. Joel 1,14). Por su
parte, el profeta sube a la cima del Carmelo. Las siete veces que manda a su
criado a observar el mar para ver algún signo de lluvia, indican la seguridad
que tiene en la palabra que Dios había pronunciado: "Yo voy a hacer
llover sobre la tierra" (1Re 18,1). Mientras el criado va a mirar, Elías
ora "postrado rostro en tierra con el rostro entre las rodillas" (1
Re 18,42). A la séptima vez, el criado le dijo: "Sube del mar una nube
pequeña como la palma de una mano" (1 Re 18,44). Finalmente llega el
signo que el profeta esperaba. Le basta una pequeña nubecilla para intuir que
Dios enviará la lluvia sobre la tierra y así se lo hace saber al rey
diciéndole: "vete, antes que la lluvia te lo impida" (1 Re 18,44).
En aquel momento, "el cielo se oscureció con nubes, sopló el viento y
cayó agua en abundancia" (1 Re 18,45). Elías entonces corre delante de Ajab, como hacían los caballeros delante del rey para
anunciar la victoria; solamente que aquí la victoria no ha sido del rey, sino
de Dios, de Elías y del pueblo. El final de la sequía había dejado en claro
que Yahvéh era el único Dios, fuente de la
fecundidad y de la bendición, y cuyo poder alcanza a toda la naturaleza. "SUBE DEL MAR UNA PEQUEÑA NUBE" (1 RE 18, 44) Desde los orígenes del Carmelo esta lectura ha sido
interpretada en clave mariana. Se trata de una interpretación que, aunque no
responde al sentido literal del texto, se sirve alegóricamente de aquel
acontecimiento para contemplar la vocación y el misterio de la Madre del
Señor. Aquella pequeña nube, contemplada por Elías como presagio de la
bendición de la lluvia, ha sido vista como un signo de María. Ella, la
pequeña "sierva del Señor" (Lc 1,38), pequeña y fecunda como la
nubecilla del Carmelo, con su fe y su disponibilidad al proyecto salvador de
Dios ha representado para la humanidad un nuevo inicio en la historia de La segunda lectura (Gal 4,4-7) hace referencia a la Madre
de Jesús sólo en forma indirecta. Pablo afirma: "Cuando llegó la
plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer,
nacido bajo la ley…" (Gal 4,4). "NACIDO DE UNA MUJER..." (GAL 4,4) El texto en primer lugar evoca la larga historia de las
intervenciones salvadoras de Dios en "el tiempo" de En el evangelio (Jn 19,25-27), junto a la cruz de Jesús
aparece congregada simbólicamente la Iglesia, representada por "su
Madre" y por "el discípulo a quien amaba" (19,25-27). María es
figura de Sión, que reúne y engendra a sus hijos. De Sión—Jerusalén, que
después del exilio recibía a sus hijos dentro de sus muros y en torno al
templo, había dicho antiguamente el profeta: "¿Sin
estar de parto ha dado a luz, ha tenido un hijo sin sentir dolor. ¿Quién oyó
jamás cosa igual? ¿Quién vio nada semejante? ¿Nace un país en un solo día?
¿Se da a luz un pueblo de una sola vez? Pues apenas sintió los dolores, Sión
dio a luz a sus hijos" (Is 66,8). Al pie de la cruz, en lugar de
Jerusalén, aparece ahora María, madre de los hijos de Dios dispersos,
reunidos ahora por Jesús (Jn 11,52), verdadero "templo" de la nueva
alianza (Jn 2,21). María es "AHÍ TIENES A TU MADRE..." (JN 19,27) Jesús luego se dirige al discípulo y le dice: "He
allí a tu madre". El discípulo "a quien Jesús tanto amaba" (Jn
19,26) es imagen del creyente de todos los tiempos. Por eso las palabras de
Jesús hacen que la maternidad de María alcance una dimensión eclesial que se
extiende a todos aquellos que siguen con fidelidad hasta MARÍA ES... María es la nueva tierra que Dios fecunda con su Espíritu
(Lc 1,35a; Gen 1,2; Ez 37,14; Sal 104,30), es el nuevo tabernáculo de la
alianza, cubierto con la sombra del Omnipotente (Lc 1,35b; Ex 40,34; Sal
91,1; 121,5); el nuevo Israel que dialoga con Dios y cumple su alianza para
siempre (Lc 1,34.38; Ex 19,8; Jos 24,24). María es
mujer de nuestra historia, abierta a Dios y a los hombres, que ha realizado
plenamente su vida en actitud de gratuidad, en honda entrega por los otros. Dios se ha expresado a sí mismo en la vida de María, en la
que descubrimos su misterio de amor, su comunión perfecta. En ella,
"pequeña nube del Carmelo", "lluvia fecunda de bendición"
para la humanidad entera, descubrimos que Dios es Padre porque engendra a Jesucristo,
su Hijo, en sus entrañas santísimas. Sabemos que es Hijo porque nace como
hijo de mujer en medio de |
CAMINANDO CON MARIA Pedro Sergio Antonio
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