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CAMINANDO CON MARIA Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant MARIOLOGIA - BIBLIOTECA DOCUMENTOS EXTERNOS |
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Así tituló el Osservatore Romano
la Catequesis del Papa Juan Pablo II del día
Miércoles 9 de julio de 1997. Y en esa fuente tan importante y tan reciente,
como son las palabras del Papa en ésta y en la Catequesis de la semana
inmediatamente anterior (2-julio-97) nos apoyaremos casi exclusivamente para
este Capítulo. La perenne y concorde tradición
de la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del designio
divino y se fundamenta en la singular participación de María en la misión de
su Hijo. Ya durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en
este sentido, nos recuerda el Papa. Además, la Asunción de la Virgen forma parte, desde
siempre, de la fe del pueblo cristiano, el cual al afirmar la llegada de
María a la gloria celeste, ha querido también reconocer y proclamar la
glorificación de su cuerpo. Nos dice el Papa que el primer testimonio de la fe en la
Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados "Transitus Mariae" , cuyo núcleo originario se
remonta a los siglos II y III. Nos informa el Papa que se trata de
representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan
una intuición de la fe del pueblo de Dios. Algunos testimonios se encuentran en San Ambrosio, San
Epifanio y Timoteo de Jerusalén. San Germán de Constantinopla (+733) pone en
labios de Jesús, que se prepara para llevar a su Madre al Cielo, estas
palabras: "Es necesario que donde yo esté, estés también tú, Madre
inseparable de tu Hijo". Nos dice el Papa que la misma tradición eclesial ve en la
maternidad divina la razón fundamental de ¿Por qué cita el Papa un libro apócrifo? Los apócrifos no
tienen autoridad divina. Pero pueden tener autoridad humana, agregando, así,
un testimonio que apoya la unanimidad a favor de la Asunción. San Germán, en un texto lleno de poesía, sostiene que el
afecto de Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo
Divino en el Cielo: "Como un niño busca y desea la presencia de su
madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era
conveniente que tú, de cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna,
volvieras a El. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que
sentía por ti un amor verdaderamente filial, te tomara consigo?" En otro texto el mismo San Germán sostiene que "era
necesario que la Madre de la Vida compartiera la Morada de la Vida". Así
integra la dimensión salvífica de la maternidad divina con la relación entre
Madre e Hijo. San Juan Damasceno subraya la relación entre la
participación en la Pasión y el destino glorioso: "Era necesario que
aquélla que había visto a su Hijo en la Cruz y recibido en pleno corazón la
espada del dolor ... contemplara a ese Hijo suyo
sentado a la diestra del Padre". Nos dice el Padre Cardoso que ya
en los escritos del Siglo IV los historiadores eclesiásticos se refieren a la
Asunción de María como de tradición antiquísima, que a causa de su
unanimidad, no puede venir sino de los mismos Apóstoles y, por consiguiente,
como de revelación divina, pues la revelación en que se funda la religión
cristiana terminó, según enseña la Iglesia, con la muerte de San Juan. Continúa diciéndonos que del Siglo V en adelante, no
encontró un solo escritor eclesiástico, ni una sola comunidad cristiana que
no creyera en la Asunción de María. En el Siglo VII el Papa Sergio I promovió procesiones a Posteriormente se fue desarrollando una larga reflexión
con respecto al destino de María en el más allá. Esto, poco a poco, llevó a
los creyentes a la fe en la elevación gloriosa de la Madre de Jesús en alma y
cuerpo, y a la institución en Oriente de las fiestas litúrgicas de la Dormición y de la Asunción de María. La fe en el destino glorioso del alma y del cuerpo de la
Madre del Señor después de su muerte, desde Oriente se difundió a Occidente
con gran rapidez y, a partir del Siglo XIV, se generalizó. El Papa Juan XXII en 1324 afirmaba que " En la primera mitad de nuestro siglo, en víspera de la
declaración del Dogma, constituía una verdad casi universalmente aceptada y
profesada por la comunidad cristiana en todo el mundo. Así, en Mayo de 1946, con Citando ese dato, El Concilio Vaticano II, recordando en Y continuando con Como dato curioso el Padre Cardoso
anota uno adicional que es sumamente revelador y que él agrega a la
unanimidad en la Tradición: el hecho de que no hayan reliquias del cuerpo
virginal de María. Nos dice que ni siquiera los fabricantes de falsas
reliquias -que los ha habido a lo largo de la historia de la Iglesia- se atrevieron
jamás a fabricar una del cuerpo de María, pues sabían que, dada la creencia
universal de la Asunción, no hubieran sido recibidas como auténticas en
ninguna parte del mundo cristiano. |
CAMINANDO CON MARIA Pedro Sergio Antonio
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