"HAGAN TODO LO QUE ÉL LES DIGA"

Jn 2, 1-11

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

www.caminando-con-maria.org

 

Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Seguramente las relaciones sociales, de parentesco o amistad, hacían que María estuviese presente en la boda. María vino, por su parte, probablemente desde Nazaret, que esta más o menos a la distancia de siete kilómetros de Cana, entonces pudo hacer su viaje en el mismo día. Sin embargo por la forma de decir que estaba allí la madre de Jesús, hace suponer que María estaba ya en Cana cuando llegó su Hijo. Dice san Juan Jesús también fue invitado con sus discípulos, quien llego a Cana desde más lejos, Betania del Jordán, algo mas de 115 kilómetros. Sabida su llegada, es cuando, probablemente, recibió la invitación.

Otro dato en el desarrollo de la escena, por la forma breve en que se presenta a María, manifestando a su Hijo la carencia de vino, hace suponer que Jesús había estado ya con su Madre, sin embargo no se menciona a José, esposo de María, por cuanto podemos suponer que ya no vivía.

Jesús, aún no era conocido por milagro alguno, tampoco el se había presentado como el Mesías, El primer grupo de sus pocos discípulos de ese minuto, fueron invitados a la boda, como compañía de Jesús, algo que la hospitalidad oriental permitía ciertamente. Las bodas en Oriente comienzan al oscurecer, con la conducción de la novia a casa del esposo, acompañada de un cortejo de jóvenes, familiares e invitados, a los que fácilmente se viene a sumar, en los villorrios, todo el pueblo, y prolongándose las fiestas varios días, se lee estos en varios pasajes bíblicos.

En las bodas de los pueblos, los menesteres de la cocina y del banquete son atendidos por las hermanas y mujeres familiares o amigas. Es lo que aparece aquí en el caso de María. A ellas incumbe atender a todo esto. Otro dato, es que el vino es tan esencial en un banquete de bodas en Oriente, que dice el Talmud: “Donde no hay vino, no hay alegría.” Según los escritos de esa época, la duración de las bodas era de siete días si la desposada era virgen, y tres si era viuda. Durando las bodas varios días, los invitados se renuevan. Por que no suponer además, la posibilidad de la llegada de huéspedes inesperados.

Es en este marco en el que se va a desenvolver la escena del milagro de Jesús. La boda debe de llevar ya algunos días de fiesta y banquete. Nuevos comensales han ido llegando en afluencia, tanto que las provisiones calculadas del vino van a faltar. Jesús, como invitado esta ya con ellos en la fiesta. Estando El presente, el vino llegó a faltar, algo esencial para la fiesta y la vergüenza iba a caer sobre aquella familia. Probablemente se debía de estar al fin de las fiestas de boda, cuando en algún aumento imprevisto hizo crítica la situación. Y éste es el momento de la intervención de María, que como amiga invitada de la familia, solidaria y talvez ayudando en los enseres de la cocina, pudo estar informada a tiempo de la situación crítica y antes de que trascendiese a los invitados, discretamente se lo comunica a su Hijo, "No tienen vino".

Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". El decir “Mujer”, a su madre, esta palabra en labios de Jesús no indicaría desamor o despego, sino solemnidad. Así dice a la cananea: “¡Oh mujer!, grande es tu fe” (Mt 15:28), este término tiene un matiz de ternura. Sin embargo, la respuesta de Jesús es una negativa a la petición de María, por no haber llegado la hora de los milagros. Pero ante la actitud de María ante su Hijo, por conocer como madre privilegiadamente, el corazón de Jesús, llena de confianza, sabe que será escuchada, da la orden a los sirvientes de que hagan cuanto su Hijo les diga.

Seguramente, es un supuesto, que la frase era una simple información al Hijo, pero todo esto pasa en un ambiente de sentimientos delicados, y hace ver que María espera una intervención especial, sobrenatural, de Jesús. Esto supone un conocimiento muy excepcional en María de su Hijo. Esta escena descorre un velo sobre el misterio de la vida oculta de Nazaret y sobre la “ciencia” de María sobre el misterio de Jesús. Ella, esta, segura de la intervención de su Hijo y se acerca a los sirvientes diciendo: "Hagan todo lo que Él les diga". Esta iniciativa y como orden de María a los servidores se explica aún más fácilmente suponiendo la especial familiaridad de ella con los miembros de aquel hogar.

Dice el fragmento del evangelio: Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Es decir vendría a ser de unos 600 litros. Cantidad verdaderamente excepcional. Se trataba, pues, de una fiesta de gran volumen; lo que hace pensar en una familia destacada y con muchos invitados.

El milagro se realiza sin aparatosidad. El evangelista mismo lo relata sin comentarios ni adornos. Jesús, en un momento determinado, le dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde”. San Juan resalta bien este detalle, con ello se iba a probar, a un tiempo, que no había mixtificaciones en el vino y, además de demostrase la generosidad de Jesús en la producción de aquel milagro. El milagro se realizó súbitamente, una vez colmadas de agua las tinajas, Jesús les mandó Saquen ahora, y lleven al encargado del banquete", seguramente un familiar o un siervo que estaba encargado de atender a la buena marcha del banquete.

Los servidores obedecen la orden de Jesús y llevan al encargado, maestresala, “el agua convertida en vino.” Fácilmente se supone la sorpresa de los servidores. Nada le dicen del milagro. Expresamente lo dice el evangelista.; Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes. La sorpresa del maestresala se acusa, está ignorante del milagro, tanto que llamó al esposo, sin duda por ser el dueño del hogar, y se lo advierte en tono de reflexión un poco amarga, ya que él, responsable de la buena marcha del banquete, y estaba ignorante de aquella provisión. Todo ello se acusa en la reflexión que además le hace. "Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento", quiere aludir con ello a esa hora en que, ya saciados, se presta especial atención a un refinamiento más.

De esta manera tan maravillosamente sencilla cuenta el evangelista este milagro de Jesús. Y completará: Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. O acaso, aún mejor, sea el primero de los milagros oficiales que El realiza en su presentación pública de Mesías, era un “signo” que hablaba de la grandeza de Jesús, del testimonio que el Padre le hacía de su divinidad y de su misión y Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Su gloria” aquella gloria que le convenía “como a Unigénito del Padre” y que “nosotros” hemos visto” y que era la evocación sobre Jesús de la “gloria” de Yahvé en el Antiguo Testamento, y lo mismo en el Nuevo, donde se asocian las ideas de “gloria” y “poder” de tal manera que la “gloria” se manifiesta precisamente en el “poder.” Y ante esta manifestación del poder sobrenatural que Jesús tenía, sus discípulos “creyeron en El.” Ya creían antes, pues el Bautista se lo señaló como Mesías, y ellos le reconocieron, como Juan relató en el capítulo anterior, y como a tal le siguieron. Pero ahora creyeron más plenamente en El. El milagro encuadraba a Jesús en una aureola sobrenatural.

Otro aspecto de este milagro se refiere a la santificación del matrimonio. La presencia de Jesús y María en unas bodas, santificándolas con su presencia y rubricándolas con un milagro a favor de sus regocijos, son la prueba palpable de la santidad de la institución matrimonial y, la condena de toda tentativa de sectores de la sociedad de hoy, de carácter herética sobre la misma. Esta actitud del Señor, es como preparación de elevación del matrimonio al orden sacramental.

Muchos valores simbólicos nos enseñan este milagro, como la multiplicación de los panes, es probablemente también una orientación hacia la Eucaristía. Otra interpretación es ver en el vino milagrosamente dado un “símbolo” de la nueva, sobrenatural y generosa doctrina que Jesús trae. La extrañeza del maestresala de que el vino mejor se guardó para el fin, va a ser símbolo de la alegría ya que el vino que alegraba el convite. En Proverbios, 9,5 se lee; "Venid, comed mi pan y bebed mi vino que yo he mezclado” La escena de los primeros discípulos invita a los hombre a recibir a Jesús como fuente de la Sabiduría que es preciso buscar para encontrarla. Entonces ella conduce a sus discípulos hasta el banquete en donde ella les da el vino de la enseñanza y de la doctrina que conduce a la vida.

 

María, madre mía, eres dueña de mi corazón

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

www.caminando-con-maria.org