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"HAGAN TODO LO QUE ÉL
LES DIGA" Jn 2, 1-11 Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
Se celebraron unas bodas en
Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Seguramente las relaciones
sociales, de parentesco o amistad, hacían que María estuviese presente en Otro dato en el desarrollo
de la escena, por la forma breve en que se presenta a María, manifestando a
su Hijo la carencia de vino, hace suponer que Jesús había estado ya con su
Madre, sin embargo no se menciona a José, esposo de María, por cuanto podemos
suponer que ya no vivía. Jesús, aún no era conocido
por milagro alguno, tampoco el se había presentado como el Mesías, El primer
grupo de sus pocos discípulos de ese minuto, fueron invitados a la boda, como
compañía de Jesús, algo que la hospitalidad oriental permitía ciertamente.
Las bodas en Oriente comienzan al oscurecer, con la conducción de la novia a
casa del esposo, acompañada de un cortejo de jóvenes, familiares e invitados,
a los que fácilmente se viene a sumar, en los villorrios, todo el pueblo, y
prolongándose las fiestas varios días, se lee estos en varios pasajes
bíblicos. En las bodas de los
pueblos, los menesteres de la cocina y del banquete son atendidos por las
hermanas y mujeres familiares o amigas. Es lo que aparece aquí en el caso de
María. A ellas incumbe atender a todo esto. Otro dato, es que el vino es tan
esencial en un banquete de bodas en Oriente, que dice el Talmud: “Donde no
hay vino, no hay alegría.” Según los escritos de esa época, la duración de
las bodas era de siete días si la desposada era virgen, y tres si era viuda.
Durando las bodas varios días, los invitados se renuevan. Por que no suponer
además, la posibilidad de la llegada de huéspedes inesperados. Es en este marco en el que
se va a desenvolver la escena del milagro de Jesús. La boda debe de llevar ya
algunos días de fiesta y banquete. Nuevos comensales han ido llegando en
afluencia, tanto que las provisiones calculadas del vino van a faltar. Jesús,
como invitado esta ya con ellos en Jesús le respondió:
"Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado
todavía". El decir “Mujer”, a su madre, esta palabra en labios de Jesús
no indicaría desamor o despego, sino solemnidad. Así dice a la cananea: “¡Oh
mujer!, grande es tu fe” (Mt 15:28), este término tiene un matiz de ternura.
Sin embargo, la respuesta de Jesús es una negativa a la petición de María,
por no haber llegado la hora de los milagros. Pero ante la actitud de María
ante su Hijo, por conocer como madre privilegiadamente, el corazón de Jesús,
llena de confianza, sabe que será escuchada, da la orden a los sirvientes de
que hagan cuanto su Hijo les diga. Seguramente, es un
supuesto, que la frase era una simple información al Hijo, pero todo esto
pasa en un ambiente de sentimientos delicados, y hace ver que María espera
una intervención especial, sobrenatural, de Jesús. Esto supone un
conocimiento muy excepcional en María de su Hijo. Esta escena descorre un
velo sobre el misterio de la vida oculta de Nazaret y sobre la “ciencia” de
María sobre el misterio de Jesús. Ella, esta, segura de la intervención de su
Hijo y se acerca a los sirvientes diciendo: "Hagan todo lo que Él les
diga". Esta iniciativa y como orden de María a los servidores se explica
aún más fácilmente suponiendo la especial familiaridad de ella con los
miembros de aquel hogar. Dice el fragmento del
evangelio: Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de
purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Es decir
vendría a ser de unos El milagro se realiza sin
aparatosidad. El evangelista mismo lo relata sin comentarios ni adornos.
Jesús, en un momento determinado, le dijo a los sirvientes: "Llenen de
agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde”. San Juan resalta
bien este detalle, con ello se iba a probar, a un tiempo, que no había
mixtificaciones en el vino y, además de demostrase la generosidad de Jesús en
la producción de aquel milagro. El milagro se realizó súbitamente, una vez
colmadas de agua las tinajas, Jesús les mandó Saquen ahora, y lleven al
encargado del banquete", seguramente un familiar o un siervo que estaba
encargado de atender a la buena marcha del banquete. Los servidores obedecen la
orden de Jesús y llevan al encargado, maestresala, “el agua convertida en
vino.” Fácilmente se supone la sorpresa de los servidores. Nada le dicen del
milagro. Expresamente lo dice el evangelista.; Así lo hicieron. El encargado
probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían
los sirvientes. La sorpresa del maestresala se acusa, está ignorante del
milagro, tanto que llamó al esposo, sin duda por ser el dueño del hogar, y se
lo advierte en tono de reflexión un poco amarga, ya que él, responsable de la
buena marcha del banquete, y estaba ignorante de aquella provisión. Todo ello
se acusa en la reflexión que además le hace. "Siempre se sirve primero
el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior.
Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento", quiere
aludir con ello a esa hora en que, ya saciados, se presta especial atención a
un refinamiento más. De esta manera tan
maravillosamente sencilla cuenta el evangelista este milagro de Jesús. Y
completará: Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de
Galilea. O acaso, aún mejor, sea el primero de los milagros oficiales que El
realiza en su presentación pública de Mesías, era un “signo” que hablaba de
la grandeza de Jesús, del testimonio que el Padre le hacía de su divinidad y
de su misión y Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Su
gloria” aquella gloria que le convenía “como a Unigénito del Padre” y que
“nosotros” hemos visto” y que era la evocación sobre Jesús de la “gloria” de
Yahvé en el Antiguo Testamento, y lo mismo en el Nuevo, donde se asocian las
ideas de “gloria” y “poder” de tal manera que la “gloria” se manifiesta
precisamente en el “poder.” Y ante esta manifestación del poder sobrenatural
que Jesús tenía, sus discípulos “creyeron en El.” Ya creían antes, pues el
Bautista se lo señaló como Mesías, y ellos le reconocieron, como Juan relató
en el capítulo anterior, y como a tal le siguieron. Pero ahora creyeron más
plenamente en El. El milagro encuadraba a Jesús en una aureola sobrenatural. Otro aspecto de este
milagro se refiere a la santificación del matrimonio. La presencia de Jesús y
María en unas bodas, santificándolas con su presencia y rubricándolas con un
milagro a favor de sus regocijos, son la prueba palpable de la santidad de la
institución matrimonial y, la condena de toda tentativa de sectores de la
sociedad de hoy, de carácter herética sobre Muchos valores simbólicos
nos enseñan este milagro, como la multiplicación de los panes, es
probablemente también una orientación hacia |
María, madre mía, eres
dueña de mi corazón Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |