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EL
PENSAMIENTO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II Edición Nº 22 Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
Catequesis de Su Santidad Juan Pablo II Sobre EN EL MISTERIO DE 1.
En el relato de El
evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, use el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en
movimiento. Considerando que este verbo se use en los evangelios pare indicar
la resurrección de Jesús (cf. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7.46) o acciones
materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5, 27¬28; 15, 18. 20),
podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso
vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al
mundo el Salvador. El
texto evangélico refiere, además, que María realice el viaje "con
prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región
montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto lucano, es mucho más que una
simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la
buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los
montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que
anuncia salvación, que dice a Sión: 'Ya reina tu Dios'!" (Is 52, 7). Así
como manifiesta san Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto
profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10, 15), así también san
Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la
buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino. La
dirección del viaje de En
efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de
Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra
redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en El
encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico,
que supera el sentimiento espontaneo de la simpatía
familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el
mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y
disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc 1,
40). San
Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo
el niño en su seno" (Lc 1, 41). El saludo de María suscita en el hijo de
Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a
su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo
Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías. Ante
el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó
llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 'Bendita tu entre
las mujeres y bendito el fruto de tu seno'" (Lc 1, 41¬42). En
virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más
que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el
Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno,
Jesús, el Mesías. La
exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero
entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en
los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de Isabel,
proclamándola "bendita entre las mujeres" indica la razón de la
bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se
cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1,
45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que ella
es la que cree. Ante
la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye pare
ella su visita: "De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Con la expresión "mi Señor",
Isabel reconoce la dignidad real, más aun, mesiánica, del Hijo de María. En
efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba pare dirigirse al
rey (cf. IR 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey¬mesías
(Sal 110, 1). El ángel había dicho de Jesús: "EI Señor Dios le dará el
trono de David, su padre" (Lc 1, 32). Isabel, "llena de Espíritu
Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de
Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un
sentido trascendente (cf. Jn 20, 28; Hch 2, 34¬36). Isabel,
con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la
presencia de En Audiencia
general del miércoles 2 de octubre de 1996 Fuente vatican.va |
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