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EL
PENSAMIENTO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II Edición Nº 16 Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
Catequesis de Su Santidad Juan Pablo II Sobre 1.
En el momento de Ciertamente,
chaire era también una fórmula de saludo, que
solían usar a menudo los griegos, pero las circunstancias extraordinarias en
que es pronunciada no pertenecen al clima de un encuentro habitual. En
efecto, no conviene olvidar que el ángel es consciente de que trae un anuncio
único en la historia de la humanidad; de ahí que un saludo sencillo y usual
sería inadecuado. Por el contrario, parece más apropiado a esa circunstancia
excepcional la referencia al significado originario de la expresión chaire, que es alégrate. Como han notado constantemente
sobre todo los Padres griegos citando varios oráculos proféticos, la
invitación a la alegría conviene especialmente al anuncio de la venida del
Mesías. 2.
El pensamiento se dirige, ante todo, al profeta Sofonías.
El texto de Una
invitación análoga a la alegría, aunque en un contexto diverso, viene de la
profecía de Joel: «No temas, suelo; alégrate y regocíjate, porque el Señor
hace grandezas (...). Sabréis que en medio de Israel estoy yo» (Jl 2, 21. 27). 3.
También es significativo el oráculo de Zacarías, citado a propósito del
ingreso de Jesús en Jerusalén (cf. Mt 21, 5; Jn 12, 15). En él el motivo de
la alegría es la venida del rey mesiánico: «¡Alégrate
sobremanera, hija de Sión; grita de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que
viene a ti tu rey, justo y victorioso, humilde (...). Proclamará la paz a las
naciones» (Za 9, 9¬10). Por
último, de la numerosa posteridad, signo de bendición divina, el libro de
Isaías hace brotar el anuncio de alegría para la nueva Sión: «Regocíjate,
estéril que no das a luz; rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha
tenido los dolores, porque son más numerosos los hijos de la abandonada que
los de la casada, dice el Señor» (Is 54, 1). Los tres motivos de la invitación
a la alegría -la presencia salvífica de Dios en medio de su pueblo, la venida
del rey mesiánico y la fecundidad gratuita y superabundante- encuentran en
María su plena realización y legitiman el rico significado que la tradición
atribuye al saludo del ángel. Éste, invitándola a dar su asentimiento a la
realización de la promesa mesiánica y anunciándole la altísima dignidad de
Madre del Señor, no podía menos de exhortarla a la alegría. En efecto, como
nos recuerda el Concilio: «Con ella, excelsa Hija de Sión, después de la
larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de
salvación. Es el momento en que el Hijo de Dios tomó de María la naturaleza
humana para librar al hombre del pecado por medio de los misterios vividos en
su carne» (Lumen gentium, 55). 4.
El relato de Como
confirmación de esa perspectiva universal del plan de Dios, podemos recordar
algunos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento que comparan la salvación a
un gran banquete de todos los pueblos en el monte Sión (cf. Is 25, 6 ss) y que anuncian el banquete final del reino de Dios
(cf. Mt 22, 1¬10). Como
hija de Sión, María es 5.
En efecto, como nueva hija de Sión, María es particularmente idónea para
entrar en la alianza esponsal con Dios. Ella puede ofrecer al Señor, más y
mejor que cualquier miembro del pueblo elegido, un verdadero corazón de
Esposa. Con
María, la hija de Sión ya no es simplemente un sujeto colectivo, sino una
persona que representa a la humanidad y, en el momento de Audiencia
general del miércoles 1 de mayo de 1996 Fuente vatican.va |
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