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EL
PENSAMIENTO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II Edición Nº 26 Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
Catequesis de Su Santidad Juan Pablo II Sobre MARÍA,
EDUCADORA DEL HIJO DE DIOS 1. Aunque se realizó por obra del Espíritu Santo y de una Madre
Virgen, la generación de Jesús, como la de todos los hombres paso por las
fases de la concepción, la gestación y el parto. Además, la maternidad de
María no se limito exclusivamente al proceso biológico de la generación, sino
que, al igual que sucede en el caso de cualquier otra madre, también
contribuyó de forma esencial al crecimiento y desarrollo de su hijo. No sólo es madre la mujer que da a luz un niño, sino también la que lo
cría y lo educa; más aún, podemos muy bien decir que la misión de educar es
según el plan divino, una prolongación natural de la procreación. María es Theotokos no sólo porque engendró y
dio a luz al Hijo de Dios, sino también porque lo acompañó en su crecimiento
humano. 2. Se podría pensar que Jesús, al poseer en sí mismo la plenitud de la
divinidad, no tenía necesidad de educadores. Pero el misterio de El evangelio de san Lucas, particularmente atento al periodo de la
infancia, narra que Jesús en Nazaret se hallaba sujeto a José y a María (cf.
Lc 2, 51). Esa dependencia nos demuestra que Jesús tenía la disposición de
recibir y estaba abierto a la obra educativa de su madre y de José, que
cumplían su misión también en virtud de la docilidad que él manifestaba
siempre. 3. Los dones especiales, con los que Dios había colmado a María, la
hacían especialmente apta para desempeñar la misión de madre y educadora. En
las circunstancias concretas de cada día, Jesús podía encontrar en ella un
modelo para seguir e imitar, y un ejemplo de amor perfecto a Dios y a los
hermanos. Además de la presencia materna de María, Jesús podía contar con la
figura paterna de José, hombre justo (cf. Mt 1, 19), que garantizaba el
necesario equilibrio de la acción educadora. Desempeñando la función de
padre, José cooperó con su esposa para que la casa de Nazaret fuera un
ambiente favorable al crecimiento y a la maduración personal del Salvador de
la humanidad. Luego, al enseñarle el duro trabajo de carpintero, José
permitió a Jesús insertarse en el mundo del trabajo y en la vida social. 4. Los escasos elementos que el evangelio ofrece no nos permiten
conocer y valorar completamente las modalidades de la acción pedagógica de
María con respecto a su Hijo divino. Ciertamente ella fue, junto con José,
quien introdujo a Jesús en los ritos y prescripciones de Moisés, en la
oración al Dios de la alianza mediante el uso de los salmos y en la historia
del pueblo de Israel, centrada en el éxodo de Egipto. De ella y de José
aprendió Jesús a frecuentar la sinagoga y a realizar la peregrinación anual a
Jerusalén con ocasión de Contemplando los resultados, ciertamente podemos deducir que la obra
educativa de María fue muy eficaz y profunda, y que encontró en la psicología
humana de Jesús un terreno muy fértil. 5. La misión educativa de María, dirigida a un hijo tan singular,
presenta algunas características particulares con respecto al papel que
desempeñan las demás madres. Ella garantizó solamente las condiciones
favorables para que se pudieran realizar los dinamismos y los valores
esenciales del crecimiento, ya presentes en el hijo. Por ejemplo, el hecho de
que en Jesús no hubiera pecado exigía de María una orientación siempre
positiva, excluyendo intervenciones encaminadas a corregir. Además, aunque
fue su madre quien introdujo a Jesús en la cultura y en las tradiciones del
pueblo de Israel, será el quien revele, desde el episodio de su pérdida y
encuentro en el templo, su plena conciencia de ser el Hijo de Dios, enviado a
irradiar la verdad en el mundo, siguiendo exclusivamente la voluntad del
Padre. De «maestra» de su Hijo, María se convirtió así en humilde discípula
del divino Maestro, engendrado por ella. Permanece la grandeza de la tarea encomendada a María y José aparecen, por tanto, como modelos de todos los
educadores. Los sostienen en las grandes dificultades que encuentra hoy la
familia y les muestran el camino para lograr una formación profunda y eficaz
de los hijos. Su experiencia educadora constituye un punto de referencia seguro para
los padres cristianos, que están llamados, en condiciones cada vez más
complejas y difíciles, a ponerse al servicio del desarrollo integral de la
persona de sus hijos, para que lleven una vida digna del hombre y que
corresponda al proyecto de Dios. Audiencia general del miércoles 4 de diciembre de 1996 Fuente vatican.va |
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