Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
||
|
|
|
Parta Humano Generi LEÓN XIII Sobre el Santo rosario
y la consagración del nuevo templo de 8 de Septiembre de 1901 |
||
Venerables
Hermanos: Salud y bendición apostólica I. El
éxito de la labor papal en favor del
rezo del Santo Rosario Los
inmortales beneficios que Jesucristo Redentor ha obtenido para el genero
humano están profundamente grabados en todas nuestras mentes, y en Cuando
dirigimos la mirada al lapso largo que dura Nuestro sumo Sacerdocio y
tornamos Nuestra atención a lo actuado, nos invade un sentimiento grato y
gozoso de consolación, al evocar aquellas cosas que Nos, siendo Dios autor de
las buenas ideas y colaborador en su ejecución, hemos emprendido
personalmente o hemos procurado que los católicos emprendiesen y promoviesen
para mayor honra de Mas
nos causa un singular gozo el que en Nuestras exhortaciones y disposiciones
hayamos puesto más al alcance de las inteligencias la santa práctica del
Rosario mariano; la hayamos introducido en las costumbres piadosas del pueblo
cristiano; multiplicado las cofradías del Rosario; hecho florecer cada día
más el número y la piedad de los socios; estimulando la composición y amplia
divulgación de muchos monumentos literarios por plumas eruditas; y
finalmente, mandado dedicar el mes del Octubre al Rosario y celebrar su culto
en toda la tierra con grande e inusitado esplendor. II. El
recuerdo de la labor de Santo Domingo en el sur de Francia En el
presente año, empero, del que surge el siglo veinte, Nos casi creyéramos
faltar a Nuestro deber si dejáramos pasar la ocasión propicia, que, sin
proponérselo Nos han ofrecido, el venerable hermano obispo de Tarbes, el clero y el pueblo de Lourdes, los cuales en el
templo augusto, consagrado a Dios en honor de la santísima Virgen del
Rosario, han construido quince altares, que se han de dedicar a otros tantos
misterios del Rosario. Nos
aprovechamos esta oportunidad con tanto mayor gozo cuanto que se trata de
aquellas regiones de Francia que son iluminadas con tantas y tan grandes
mercedes de la santísima Virgen como antiguamente fueron ennoblecidas por la
presencia del Padre legislador, Santo Domingo; y en las cuales se halla el
origen del santo Rosario. Pues, ningún cristiano ignora que el Padre, Santo
Domingo, pasando de España a Francia, se opuso victoriosamente a la herejía
albigense, que, cual perniciosa peste, invadía en aquel tiempo casi todo el Languedoc, en las proximidades de los montes Pirineos; y
exponiendo y predicando los admirables y sagrados misterios de los distintos
beneficios encendió la luz de la verdad en los mismos parajes que yacían
envueltos en las tinieblas de los errores.
III.
Los frutos del rezo y las razones del nombre "Rosario" Pues,
esos mismos efectos producen en cada uno de nosotros, especialmente las
series de misterios que en el Rosario admiramos; conviene a saber, que con la
frecuente meditación o recuerdo, el alma cristiana poco a poco e
insensiblemente embeba la vitalidad en ellos contenida y se impregne de ella;
que poco a poco e insensiblemente se sienta conducido a disponer sin
pretensiones su vida en activa quietud, a soportar las adversidades con
ecuanimidad y fortaleza de espíritu, a dar aliento a la esperanza de los
bienes inmortales que nos están reservados en una patria mejor, y finalmente,
a fortalecer y aumentar la fe, sin la cual buscamos en vano el remedio y el
alivio de los males que nos agobian, o la conjuración de los peligros que nos
amenazan. Ahora
bien: con razón han sido llamadas "Rosario" las oraciones marianas
que, bajo IV. La
consagración de los 15 altares en Lourdes, es una luz en las actuales
tinieblas Mas
también en nuestros días, la antigua herejía, con el nombre cambiado y por
obra de otras sectas, revive sorprendentemente en nuevas formas y seducciones
de errores e impías mentiras, se vuelve a introducir en dichas regiones y
corrompe y contamina extensamente con su contagio a los pueblos cristianos, a
los cuales arrastra miserablemente a la perdición y condenación. Pues, Nos
vemos, y en gran manera deploramos, la cruelísima
tempestad, desatada ahora, especialmente en Francia contra las Familias
religiosas en extremo beneméritas de Mas
mientras Nos dolemos de estos males y Nos causa amarga pena la grave
situación de V. La
ayuda e intercesión de Y
ciertamente no hay cosa que tenga tanta fuerza para conciliarnos y merecernos
la benevolencia de María como el culto que, en la mejor forma posible,
tributamos a los misterios de nuestra redención, a los cuales Ella no asistió
meramente sino en que intervino, y como también la sucesión ordenada de los
hechos que ponemos delante de los ojos, desenvolviéndolos para la meditación
y devoción. Por
eso, Nos no dudamos que la misma Virgen, Madre de Dios y Piadosísima Madre
nuestra, querrá atender benignamente a los deseos y súplicas que elevarán
debidamente las innumerables muchedumbres de cristianos que en peregrinación
afluirán ahí, y Ella unirá y confundirá sus ruegos con los de ellos, a fin de
que, asociadas en alguna manera las plegarias, violenten el corazón de Dios,
rico en misericordia, moviéndolo a escucharlos. De
este modo, la poderosísima Virgen y Madre, que un día cooperó con su caridad
para que los fieles naciesen en VI.
Hace extensiva la epístola a todo el mundo cristiano Entre
tanto, Nos, dando públicas pruebas de Nuestra benevolencia a Nuestro
venerable hermano, el obispo de Tarbes, al clero y
pueblo de Lourdes, amados hijos Nuestros, hemos querido, con ésta Nuestra
Epístola apostólica, secundar todos y cada uno de sus deseos que poco ha nos
manifestaron, y hemos mandado remitir un ejemplar auténtico de la misma a
todos Nuestros hermanos en el apostolado, patriarcas, arzobispos, obispos y
demás sagrados prelados esparcidos por el orbe católico, a fin de que también
ellos sientan el mismo gozo y la misma alegría que embargan Nuestro
corazón. VII.
Privilegios para la consagración del santuario de Lourdes Por lo
cual, con el deseo de que todo redunde en bien, felicidad, prosperidad y
mayor gloria de Dios, no menos que en provecho de la universal Iglesia,
concedemos, con Nuestra autoridad apostólica y por ésta Nuestra epístola, que
Nuestro hijo Benito María Langénieux, cardenal de Dado en Roma, junto a San Pedro, el 8 de
Septiembre de 1901, año vigésimo cuarto de Nuestro Pontificado. LEÓN, PAPA
XIII [i] Lc. 1, 42. [ii]
San Agustín. De Sancta Virgine, c. 6. [iii]
Hebr. 7, 25. |
||
|