CONCEBIDO
POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO, NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
I
CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO ...
484 La
anunciación a María inaugura "la plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento de las promesas y de
los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará
"corporalmente la plenitud de la divinidad" (Col 2, 9). La
respuesta divina a su "¿cómo será esto, puesto que no conozco
varón?" (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: "El
Espíritu Santo vendrá sobre ti" (Lc 1, 35).
485 La
misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El
Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y
fecundarla por obra divina, él que es "el Señor que da la vida",
haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de
la suya.
486 El
Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María, es
"Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo, desde el
principio de su existencia humana, aunque su manifestación no tuviera lugar
sino progresivamente: a los pastores, a los magos, a Juan Bautista, a los
discípulos. Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios
le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38).
NACIDO
DE LA VIRGEN MARÍA
487 Lo que
la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo,
pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.
LA PREDESTINACIÓN DE
MARÍA
488
"Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero
para "formarle un cuerpo" quiso la libre cooperación de una criatura.
Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una
hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen
desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la
virgen era María" (Lc 1, 26-27):
El Padre
de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba
predestinada a ser la Madre
precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la
muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida.
489 A lo largo de
toda la Antigua
Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de
algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su
desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del
Maligno y la de ser la Madre
de todos los vivientes. En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a
pesar de su edad avanzada. Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que
era tenido por impotente y débil para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana,
la madre de Samuel, Débora, Rut, Judit y Ester, y muchas otras mujeres. María
"sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él
con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de
Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se
inaugura el nuevo plan de salvación".
LA INMACULADA CONCEPCIÓN
490 Para
ser la Madre
del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una
misión tan importante" El ángel Gabriel en el momento de la anunciación
la saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder
dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que
ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios.
491 A lo largo
de los siglos, la Iglesia
ha tomado conciencia de que María "llena de gracia" por Dios había
sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción,
proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
... la
bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original
en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de
Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género
humano.
492 Esta
"resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue
"enriquecida desde el primer instante de su concepción", le viene
toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime en
atención a los méritos de su Hijo". El Padre la ha "bendecido con
toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1,
3) más que a ninguna otra persona creada. El la ha "elegido en él, antes
de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el
amor" (Ef 1, 4).
493 Los
Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa"
("Panaghia"), la celebran "como
inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha
una nueva criatura". Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de
todo pecado personal a lo largo de toda su vida.

"HÁGASE
EN MÍ SEGÚN TU PALABRA..."
494 Al
anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer
varón, por la virtud del Espíritu Santo, María respondió por "la
obediencia de la fe" (Rm 1, 5), segura de que "nada hay imposible
para Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu
palabra" (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a la palabra de
Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la
voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se
entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para
servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención : Ella, en
efecto, como dice san Ireneo, "por su obediencia fue causa de la
salvación propia y de la de todo el género humano". Por eso, no pocos
Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar: "el
nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató
la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su
fe". Comparándola con Eva, llaman a María ’Madre de los vivientes’ y
afirman con mayor frecuencia: "la muerte vino por Eva, la vida por
María".
LA MATERNIDAD DIVINA
DE MARÍA
495
Llamada en los evangelios "la
Madre de Jesús" (Jn 2, 1; 19, 25), María es aclamada
bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi Señor" desde
antes del nacimiento de su hijo (Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella
concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho
verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del
Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad.
La Iglesia
confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios ["Theotokos"].
LA VIRGINIDAD DE
MARÍA
496 Desde
las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en
el seno de la Virgen
María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando
también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido "absque semine ex Spiritu Sancto", esto es,
sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo. Los Padres ven en la
concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que
ha venido en una humanidad como la nuestra:
Así, san
Ignacio de Antioquía (comienzos del siglo II): "Estáis firmemente
convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza de David
según la carne, Hijo de Dios según la voluntad y el poder de Dios, nacido
verdaderamente de una virgen... Fue verdaderamente clavado por nosotros en su
carne bajo Poncio Pilato... padeció verdaderamente, como también resucitó
verdaderamente".
497 Los
relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que
sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas: "Lo concebido en
ella viene del Espíritu Santo", dice el ángel a José a propósito de
María, su desposada (Mt 1, 20). La
Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina
hecha por el profeta Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a
luz un hijo".
498 A veces ha
desconcertado el silencio del Evangelio de san Marcos y de las cartas del
Nuevo Testamento sobre la concepción virginal de María. También se ha podido
plantear si no se trataría en este caso de leyendas o de construcciones
teológicas sin pretensiones históricas. A lo cual hay que responder: la fe en
la concepción virginal de Jesús ha encontrado viva oposición, burlas o
incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y paganos; no ha tenido
su origen en la mitología pagana ni en una adaptación de las ideas de su
tiempo. El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe que lo ve
en ese "nexo que reúne entre sí los misterios", dentro del conjunto
de los Misterios de Cristo, desde su Encarnación hasta su Pascua. San Ignacio
de Antioquía da ya testimonio de este vínculo: "El príncipe de este
mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así como la muerte del Señor:
tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios".
MARÍA,
LA "SIEMPRE VIRGEN"
499 La
profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la
virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios
hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir
consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María
como la "Aeiparthenos", la
"siempre-virgen".
500 A esto se
objeta a veces que la
Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús. La Iglesia siempre ha
entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen María; en
efecto, Santiago y José "hermanos de Jesús" (Mt 13, 55) son los
hijos de una María discípula de Cristo que se designa de manera significativa
como "la otra María" (Mt 28, 1). Se trata de parientes próximos de
Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento.
501 Jesús
es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende
a todos los hombres, a los cuales El vino a salvar: "Dio a luz al Hijo,
al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos (Rm 8, 29), es decir, de
los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de
madre".
LA MATERNIDAD VIRGINAL
DE MARÍA EN EL DESIGNIO DE DIOS
502 La
mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede
descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico,
quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la
persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de
esta misión para con los hombres.
503 La
virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. Jesús
no tiene como Padre más que a Dios. "La naturaleza humana que ha tomado
no le ha alejado jamás de su Padre...; consubstancial con su Padre en la
divinidad, consubstancial con su Madre en nuestra humanidad, pero propiamente
Hijo de Dios en sus dos naturalezas".
504 Jesús
fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque
él es el Nuevo Adán que inaugura la nueva creación: "El primer hombre,
salido de la tierra, es terreno; el segundo viene del cielo" (1 Co 15,
47). La humanidad de Cristo, desde su concepción, está llena del Espíritu
Santo porque Dios "le da el Espíritu sin medida" (Jn 3, 34). De
"su plenitud", cabeza de la humanidad redimida, "hemos
recibido todos gracia por gracia" (Jn 1, 16).
505 Jesús,
el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los
hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. "¿Cómo será eso?"
(Lc 1, 34) . La participación en la vida divina no
nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de
Dios" (Jn 1, 13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella
es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana
con relación a Dios se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal
de María.
506 María
es virgen porque su virginidad es el signo de su fe "no adulterada por
duda alguna" y de su entrega total a la voluntad de Dios. Su fe es la
que le hace llegar a ser la madre del Salvador: "Beatior
est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo carnem Christi" ("Más
bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su
seno la carne de Cristo").
507 María
es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta
realización de la Iglesia:
"La Iglesia
se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la
predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los
hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es
virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo".
"ALÉGRATE,
LLENA DE GRACIA"
721 María,
la Santísima Madre
de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del
Espíritu Santo en la
Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de
Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y
su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos
sobre la sabiduría, la tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con
relación a María: María es cantada y representada en la Liturgia como el
"Trono de la
Sabiduría".
En ella
comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu
va a realizar en Cristo y en la
Iglesia:
722 El
Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de
gracia" la madre de Aquel en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad
corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura
gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el
don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda
como la "Hija de Sión": "Alégrate". Cuando ella lleva en
sí al Hijo eterno, hace subir hasta el cielo con su cántico al Padre, en el
Espíritu Santo, la acción de gracias de todo el Pueblo de Dios y por tanto de
la Iglesia.
723 En
María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz
al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en
fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe.
724 En
María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la
zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu Santo, presenta
al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres y a las
primicias de las naciones.
725 En
fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en Comunión con
Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios", y los
humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los magos,
Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos.
725 Al
término de esta Misión del Espíritu, María se convierte en la
"Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del
"Cristo total". Así es como ella está presente con los Doce, que
"perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1, 14), en
el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar
en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.
MARÍA,
MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA
IGLESIA
963
Después de haber hablado de la función de la Virgen María en el
Misterio de Cristo y del Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el
Misterio de la Iglesia.
"Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del
Redentor... más aún, ’es verdaderamente la madre de los miembros (de Cristo)
porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes,
miembros de aquella cabeza’" "...María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia".

I
LA MATERNIDAD DE
MARÍA RESPECTO DE LA IGLESIA
TOTALMENTE
UNIDA A SU HIJO...
964 La
función de María con relación a la
Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva
directamente de ella. "Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se
manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su
muerte". Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión:
La Bienaventurada Virgen avanzó en
la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la
cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su
Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba
su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente,
Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas
palabras: ’Mujer, ahí tienes a tu hijo’ (Jn 19, 26-27).
965
Después de la Ascensión
de su Hijo, María "estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus
oraciones". Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, "María
pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había
cubierto con su sombra".
...
TAMBIÉN EN SU ASUNCIÓN...
966
"Finalmente, la
Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de
pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo
y alma a la gloria celestial y enaltecida por Dios como Reina del universo,
para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor
del pecado y de la muerte". La Asunción de la Santísima Virgen
constituye una participación singular en la Resurrección de su
Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos:
En el
parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh
Madre de Dios. Te trasladaste a la vida porque eres Madre de la Vida, y con tu intercesión
salvas de la muerte nuestras almas.
...
ELLA ES NUESTRA MADRE EN EL ORDEN DE LA GRACIA
967 Por su
total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a
toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la
fe y de la caridad. Por eso es "miembro muy eminente y del todo singular
de la Iglesia",
incluso constituye "la figura" ["typus"]
de la Iglesia.
968 Pero
su papel con relación a la
Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos.
"Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su
fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los
hombres. Por esta razón es nuestra Madre en el orden de la gracia".
969
"Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia,
desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que
mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y
definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos,
no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su
múltiple intercesión los dones de la salvación eterna... Por eso la Santísima Virgen
es invocada en la Iglesia
con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora".
970
"La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera
disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta
su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen
en la salvación de los hombres... brota de la sobreabundancia de los méritos
de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella
saca toda su eficacia". "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en
el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el
sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el
pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en
las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del
Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa
que participa de la única fuente".
II
EL CULTO A LA
SANTÍSIMA VIRGEN
971
"Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48):
"La piedad de la
Iglesia hacia la Santísima Virgen
es un elemento intrínseco del culto cristiano". La Santísima Virgen
"es honrada con razón por la
Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los
tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen
con el título de ’Madre de Dios’, bajo cuya protección se acogen los fieles
suplicantes en todos sus peligros y necesidades... Este culto... aunque del
todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al
Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece
muy poderosamente"; encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas
dedicadas a la Madre
de Dios y en la oración mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de
todo el Evangelio".
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