31 DE MAYO |
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“Proclama mi alma la grandeza del Señor ” |
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Lucas 1, 46-55. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha
hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus
fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los
colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia --como lo
había prometido a nuestros padres-- en favor de Abrahán y su descendencia por
siempre. |
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REFLEXIÓN DE S.S. BENEDICTO
XVI Es un canto que revela la espiritualidad de los
«anawim» bíblicos, es decir, de aquellos fieles que se reconocían «pobres» no
sólo por el desapego a toda idolatría de la riqueza y del poder, sino también
por la humildad profunda del corazón, desnudo de la tentación del orgullo,
abierto a la gracia divina salvadora. Todo el «Magnificat», que acabamos de
escuchar interpretado por el Coro de El primer movimiento del cántico mariano (Cf.
Lucas 1, 46-50) es como una especie de solista que eleva su voz al cielo
hasta llegar al Señor. Cabe destacar, de hecho, cómo resuena constantemente
la utilización de la primera persona: «mi alma…, mi espíritu…, mi Salvador…,
me felicitarán…, ha hecho obras grandes por mí…». El alma de la oración es,
por tanto, la celebración de la gracia divina que ha entrado en el corazón y
en la existencia de María, haciendo de ella la Madre del Señor. Escuchamos
precisamente la voz de la Virgen hablando así de su Salvador, que ha hecho
cosas grandes en su alma y en su cuerpo. La íntima estructura de su canto de oración es la
alabanza, la acción de gracias, la alegría agradecida. Pero este testimonio
personal no es solitario e intimista, meramente individualista, pues En este momento se desarrolla el segundo
movimiento poético y espiritual del «Magnificat» (Cf. versículos 51-55).
Tiene un tono de coro, como si a la voz de María se le asociara la de toda la
comunidad de los fieles, que celebran las sorprendentes decisiones de Dios.
En el original griego del Evangelio de Lucas nos encontramos con siete verbos
en aoristo, que indican otras tantas acciones que realiza el Señor de manera
permanente en la historia: «hace proezas…, dispersa a los soberbios…, derriba
del trono a los poderosos…, enaltece a los humildes…, a los hambrientos los
colma de bienes…, a los ricos los despide…, auxilia a Israel». En estas siete obras divinas queda patente el
«estilo» en el que el Señor de la historia inspira su comportamiento: se pone
de parte de los últimos. Con frecuencia, su proyecto queda escondido bajo el
terreno opaco de las vicisitudes humanas, en las que triunfan «los soberbios»,
«los poderosos» y «los ricos». Sin embargo, al final, su fuerza secreta está
destinada a manifestarse para mostrar quiénes son los verdaderos predilectos
de Dios: los «fieles» a su Palabra, «los humildes», «los hambrientos»,
«Israel, su siervo», es decir, la comunidad del pueblo de Dios que, como
María, está constituida por quienes son «pobres», puros y sencillos de
corazón. Es ese «pequeño rebaño» al que Jesús invita a no tener miedo, pues
el Padre ha querido darle su reino (Cf. Lucas 12, 32). De este modo, este
canto nos invita a asociarnos a este pequeño rebaño, a ser realmente miembros
del Pueblo de Dios en la pureza y en la sencillez del corazón, en el amor de
Dios. Acojamos, pues, la invitación que en su
comentario al «Magnificat» nos dirige san Ambrosio. El gran doctor de la
Iglesia exhorta: «Que en cada quien el alma de María ensalce al Señor, que en
cada quien el espíritu de María exulte al Señor; si, según la carne, Cristo
tiene una sola madre, según la fe todas las almas engendran a Cristo; cada
una, de hecho, acoge en sí al Verbo de Dios… El alma de María ensalza al
Señor y su espíritu exulta en Dios, pues, consagrada con el alma y con el
espíritu al Padre y al Hijo, adora con devoto afecto a un solo Dios, del que
todo procede, y a un solo Señor, en virtud de quien todas las cosas existen»
(«Comentario al Evangelio según san Lucas» --«Esposizione del Vangelo secondo
Luca»--, 2,26-27: SAEMO, XI, Milano-Roma 1978, p. 169). En este maravilloso comentario del «Magnificat»
de san Ambrosio siempre me impresiona esta palabra sorprendente: «Si, según
la carne, Cristo tiene una sola madre, según la fe todas las almas engendran
a Cristo; cada una, de hecho, acoge en sí al Verbo de Dios». De este modo, el
santo doctor, interpretando las palabras de (Fecha
publicación: 2006-02-15 Benedicto XVI: Los «predilectos de Dios», «los
humildes» Comentario al «Magnificat», el canto de PETICION DE S.S. BENEDICTO XVI “Queridos amigos, Jesús es vuestro verdadero
amigo y Señor; entablad una relación de verdadera amistad con Él. Él os
espera y sólo en Él encontraréis (Benedicto XVI en la audiencia general miércoles,
15 febrero 2006) |
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HOY PEDIMOS María, madre
nuestra, tu eres “La que ha creído” y el acto de fe en el ángel, te
constituye en María, Madre de todos los creyentes en Jesús, nuestro Salvador,
esto no fue oculto a Isabel, por eso te dice: “Quién soy yo, para que la
madre de mi Señor venga a visitarme?. En otras palabras, te reconoce como María, Madre Dios. ¡OH! mujer feliz y
dichosa, porque has creído, porque has aceptado la Palabra de Dios que llegó
a su corazón, te pedimos que nos enseñes a aceptarla siempre. Que María
viva en tu corazón Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant www.caminando-con-maria.org p.s.donoso@vtr.net |