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LAS GLORIAS DE MARÍA San Alfonso María de Ligorio SÚPLICA DEL AUTOR A JESÚS Y A MARÍA |
ORACIÓN DE ANHELO POR VER A MARÍA EN EL
CIELO Señora mía Inmaculada, yo me alegro
contigo de verte
enriquecida con tanta pureza. Doy gracias y siempre las daré a nuestro
Creador, por haberte preservado de toda mancha de
culpa, como lo tengo por cierto, y por defender este grande y singular
privilegio de tu Inmaculada Concepción, estoy pronto y juro dar si fuera
menester, hasta mi vida. Quisiera que todo el mundo te reconociese y te aclamase como aquella hermosa aurora siempre iluminada por la divina luz; como el arca elegida de la salvación, libre del universal naufragio del pecado; por aquella perfecta e inmaculada paloma, como te llamó tu divino esposo; como aquel jardín cerrado que hizo las delicias de Dios; por aquella fuente sellada que jamás pudo enturbiar el enemigo; en fin, por aquella blanca azucena que
eres tú, y que naciendo entre las espinas, que son los hijos de Adán, manchados por la culpa y enemigos de
Dios, tú sola viniste pura y limpia, toda hermosa y del
todo amiga del Creador. Déjame que te alabe como lo hizo Dios: ”Toda tú eres hermosa y no hay mancha
alguna en ti” (Ct 4, 7). Purísima paloma, toda blanca, toda bella y siempre amiga de Dios: “¡Qué hermosa eres, amiga mía, qué hermosa
eres!” (Ct 4, 1). María, tan bella a los ojos del Señor, no te desdeñes de mirarme piadosa; compadécete de mí y
sáname. Hermoso imán de los corazones, atrae hacia ti el
pobre corazón mío. Tú que, desde el primer instante, te presentas pura y bella ante Dios, ten piedad de mí, que no sólo nací en
pecado, sino que también después del bautismo he vuelto a
mancillar mi alma con nuevas culpas. ¿Qué te podrá negar el Dios que te
escogió por su hija, su madre y su esposa, que por esto te ha preservado de toda
mancha, y te ha preferido en su amor a todas las
criaturas? Virgen Inmaculada, tú me has de salvar. Haz que siempre me acuerde de ti y tú nunca te
olvides de mí. Mil años me parece que faltan hasta que pueda llegar a contemplar esa tu belleza en el paraíso, para sin fin amarte y alabarte, madre mía, reina
mía, amada mía, María. |
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