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MARÍA,
MADRE DE DIOS. San
Bernardo NO
ERES MAS SANTO PORQUE NO ERES MAS DEVOTO DE MARÍA. (San
Bernardo) |
"Y dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, sino conozco varón?
Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te
cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo y por eso lo santo que nacerá de
ti será llamado Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, también ha
concebido un hijo en su vejez, porque no hay cosa alguna imposible para Dios.
Y dijo María: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra." "Y dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, si no conozco
varón?" Primero, sin duda, María calló como prudente, cuando todavía
dudosa pensaba entre sí, qué salutación sería ésta, queriendo más por su
humildad no responder que temerariamente hablar lo que no. sabía. Pero ya confortada,
y habiéndolo premeditado bien, hablándole en lo exterior el ángel, pero
persuadiéndola interiormente Dios -que estaba con ella según lo que dice el
ángel: "El Señor es contigo"-, expeliendo sin duda la fe al temor,
la alegría al empacho, dijo al ángel: "¿cómo puede ser esto, si no
conozco varón?" No duda del hecho, sino que pregunta acerca del modo y del orden, no
pregunta si se hará esto, sino cómo se hará. Al modo que si dijera: sabiendo
mi Señor que su esclava tiene hecho voto de virginidad, ¿con qué disposición,
con qué orden le agradará que se haga esto? Si Su Majestad ordena otra cosa,
si dispensa este voto para tener tal Hijo, alégrome
del Hijo que me da, pero me duele la dispensa del voto; sin embargo, hágase
su voluntad en todo; pero si he de concebir virgen y virgen también he de
alumbrar, lo cual ciertamente no es imposible, entonces ciertamente conoceré
que miró la humildad de su esclava. "¿Cómo pues se hará esto, ángel del Señor, si no conozco
varón?" Y respondiendo el ángel le dijo: "El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo". Había dicho
antes que estaba llena de gracia; pues ¿cómo dice ahora "el Espíritu
Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo?"
¿Por ventura podría estar llena de gracia y no tener todavía al Espíritu
Santo, siendo Él el dador de todas las gracias? Y si el Espíritu Santo estaba
en ella, ¿cómo se le vuelve a prometer que vendrá sobre ella nuevamente? Por
esto sin duda no se dijo vendrá "a ti", sino que vendrá "sobre
ti", porque aunque a la verdad primero estuvo con María por su copiosa
gracia, ahora se le anuncia que vendrá sobre ella por la más abundante
plenitud de la gracia que en ella ha de derramar. Pero estando ya llena, ¿cómo podria caber en
ella algo más? Y si todavía puede caber más en ella, ¿cómo se ha de entender
que antes estaba ya llena de gracia? La primera gracia había llenado
solamente su alma y la siguiente había de llenar también su seno a fin de que
la plenitud de la Divinidad, que ya habitaba en ella antes espiritualmente
como en muchos de los Santos, comenzase también a habitar corporalmente corno
en ninguno de los mismos. Dice "el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su
sombra la virtud del Altísimo"-. Y ¿qué quiere decir "y te cubrirá
con su sombra la virtud del Altísimo?" El que pueda entender, que
entienda. Porque exceptuada acaso la que sola mereció experimentar en sí esto
felicísimamente, ¿quién podrá percibir con el entendimiento y discernir con
la razón de qué modo aquel esplendor inaccesible del Verbo eterno se infundió
en las virginales entrañas, y para que pudiese sostener que el inaccesible se
acercase a ella, de la partecia del mismo cuerpo a
la cual se unió Él mismo, hiciera sombra a todo lo demás? Quizá por esto
principalmente se dijo: "Te cubrirá con su sombra", pues sin duda
este hecho era un misterio, y lo que la Trinidad sola por sí misma en sola y
con sola la Virgen quiso obrar, sólo se concedió saberlo a quien sólo se
concedió experimentarlo. Dígase "el Espíritu Santo vendrá sobre
ti", el cual con su poder te hará fecunda, "y te cubrirá con su
sombra la virtud del Altísimo", esto es, aquel modo con que concebirás
del Espíritu Santo a Cristo, virtud y sabiduría de Dios, lo encubrirá y
ocultará en su secretísimo consejo haciendo sombra, de suerte que sólo será
conocido de Él y de ti. Como si el ángel respondiera a la Virgen: ¿por qué me preguntas a mí
lo que experimentarás en ti dentro de poco? Lo sabrás, lo sabrás y
felicísimamente lo sabrás, siendo tu Doctor el mismo que es el Autor. Yo he
sido enviado a anunciar la concepción virginal, no a crearla. Ni puede ser
enseñada sino por quien la da, ni puede ser aprendida sino por quien la
recibe. "Y por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo
de Dios", esto es, no sólo el que viniendo del seno del Padre a ti te
cubrirá con su sombra, sino también lo que de tu sustancia unirá en sí, desde
aquel instante, se llamará Hijo de Dios, y el que es engendrado por el Padre
antes de todos los siglos, se reputará desde ahora Hijo tuyo. De tal suerte
lo que nació del mismo Padre será tuyo y lo que nacerá de ti será suyo, que
no serán dos hijos, sino uno solo. Y aunque ciertamente una cosa es de ti y
otra cosa es de Él, sin embargo, ya no será de cada uno lo suyo, sino que un
solo Hijo será de los dos. "Por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de
Dios". Atiende, oh hombre, con cuánta reverencia dijo el ángel: "lo
santo que nacerá de ti". Dice lo santo absolutamente sin añadir otra
cosa, y esto sin duda porque no encontraba palabras con que nombrar propia y
dignamente aquello tan singular, aquello tan magnífico, aquello tan
venerable, que formado de la purísima carne de la Virgen, se había de unir
con su alma al único del Padre. Si dijera carne santa u hombre santo, o
cualquiera cosa semejante, le parecería poco. Por eso dijo "santo"
indefinidamente, porque cualquiera cosa que sea lo que la Virgen engendró, es
santo sin duda y singularmente santo, así por la santificación del Espíritu
como por la asunción del Verbo. "Y he aquí que Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en su
vejez". ¿Qué necesidad había de anunciar a la Virgen la concepción de
esta estéril? ¿Por ventura por estar dudosa todavía e incrédula la quiso
asegurar el ángel con este prodigio? Nada de eso. Leemos que la incredulidad
de Zacarías fue castigada por este mismo ángel, pero no leemos que María
fuese reprendida en cosa alguna, antes bien, reconocemos alabada su fe en lo
profetizado por Isabel: "Bienaventurada eres por haber creído, porque
todo lo que te ha sido dicho de parte del Señor será cumplido en ti." Se
participa a la Virgen la concepción de su prima para que añadiéndose un
milagro a otro milagro se aumente su gozo con otro gozo. Ciertamente era
preciso fuese inflamada anticipadamente con un no pequeño incendio de amor y.
alegría, la que había de concebir luego al Hijo del amor paterno en el gozo
del Espíritu Santo. Ni podía caber si en un devotísimo y alegrísimo corazón
tanta afluencia de dulzura y de gozo. O tal vez se notifica esto a María porque era razón que un prodigio
que se debía divulgar después por todas partes, lo supiera la Virgen por el
ángel antes que lo oyese de los hombres, para que no pareciese que la Madre
de Dios estaba apartada de los consejos de su Hijo, si permanecía ignorante
en las cosas que tanto le interesaban. O bien para que siendo instruida, así de la venida del Salvador corno
de la venida del Precursor, y fijando en la memoria el tiempo y el orden de
las cosas, refiera después mejor la verdad a los Escritores y Predicadores
del Evangelio, como quien ha sido informada desde el principio por noticias
que el cielo le ha comunicado de todos los misterios. O quizá para que oyendo hablar de una parienta suya anciana y estado
avanzado, piense ella que es joven en obsequiarla, y dándose prisa a
visitarla, se dé de este modo lugar y ocasión al niño Profeta de ofrecer las
primicias de su servicio a su Señor, y fomentándose mutuamente la devoción de
ambas madres, excitada por uno y otro infante, se haga más admirable un
milagro con otro milagro. Pero mira cristiano, estas cosas tan magníficas que escuchas
anunciadas por el ángel, no las esperes cumplidas por él. Y si preguntas por
quién, oye al mismo tiempo que te dice: "para Dios nada es imposible".
Como si dijera: Esto que tan firmemente prometo, lo presumo en el poder de
quien me envió, no en el mío, "porque para Dios nada es imposible."
¿Qué será imposible para aquel Señor que hizo todas las cosas con el poder de
su palabra? Y fíjate que llaman la atención las palabras, el no decir
expresamente "porque no será imposible para Dios" todo hecho sino
"toda palabra" ["quia non est impossibile apud Deum omne verbum" = "para
Dios nada es imposible"]. Tal vez se dijo "toda palabra"
porque así como pueden hablar los hombres tan fácilmente lo que quieren, aún
aquello que de ningún modo pueden hacer, así también y aún sin comparación
con mayor facilidad puede Dios cumplir con la obra todo lo que ellos pueden
explicar con las palabras. Lo diré más claramente: si fuera tan fácil a los
hombres hacer como decir lo que quieren, tampoco para ellos sería imposible
toda palabra. Más porque como dice el proverbio, del dicho al hecho hay un
gran trecho, no respecto de Dios sino respecto de los hombres, para solo Dios,
en quien es lo mismo hacer que hablar y lo mismo hablar que querer, no será
imposible toda palabra. Pudieron prever y predecir los Profetas que la Virgen o la estéril
habían de concebir y alumbrar, ¿pero pudieron hacer por ventura que
concibiese y alumbrase? Mas Dios les dio a ellos el poder de predecirlo, con
la facilidad con que entonces pudo predecirlo por medio de ellos, pudo ahora,
cuando quiso, cumplir por sí mismo lo que había prometido. Porque en Dios ni
la palabra se diferencia de la intención porque es Verdad, ni el hecho de la
palabra, porque es Poder, ni el modo del hecho, porque es Sabiduría, y por
eso no será imposible para Dios toda palabra. Oísteis, oh Virgen, el hecho, oísteis también el modo. Lo uno y lo
otro es cosa maravillosa, lo uno y lo otro es cosa agradable. Gozáos, pues, hija de Sión, alegraos, hija de Jerusalén.
Ya que ha dado el Señor a vuestros oídos gozo y alegría, oigamos de vuestra
boca la respuesta que deseamos, para que con ella entre la alegría y gozo en
nuestros huesos afligidos y humillados. Oísteis, vuelvo a decir, el hecho y
lo creísteis: creed lo que oísteis también acerca del modo. Oísteis que
concebiréis y daréis a luz un hijo; oísteis que no será por obra de varón
sino por obra del Espíritu Santo. Mirad que el ángel aguarda vuestra
respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. Esperamos también nosotros, Señora, esta palabra de misericordia, a
los cuales tiene condenado a muerte la divina sentencia, de la que seremos
librados por vuestra palabra. Ved que se pone en vuestras manos el precio de
nuestra salud, al punto seremos librados si consentís. Por la palabra eterna
de Dios fuimos todos creados y con todo eso morimos, pero por vuestra breve
respuesta seremos ahora restablecidos para no volver a morir. Os suplica
esto, oh piadosa Virgen, el triste Adán desterrado del paraíso con toda su
miserable posteridad. Abraham y David con todos los otros Santos Padres, los
cuales están detenidos en la región de la sombra de SAN BERNARDO (Tomado de su
libro "Las grandezas de María ") TODO EL MUNDO ESPERA De las Homilías de San Bernardo, Abad, sobre las excelencias de (Homilía 4, 8-9: Opera Omnia, Edición
Cisterciense, 4 [1966] 53-54) Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no
será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el Ángel
aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo
envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina
sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida
seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos
creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora
restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida. Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del
paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos
los santos antecesores tuyos, que están detenidos en la región de la sombra
de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies. Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra
depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la
libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de
Adán, de todo tu linaje. Da pronto tu respuesta. Responde presto al Ángel, o, por mejor decir,
al Señor por medio del Ángel; responde una palabra y recibe al que es la
Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y
acoge en tu seno a la Palabra eterna. ¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu
humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo
conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al
consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas
las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará
adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma.
Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por
el consentimiento. Aquí está –dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra. De los sermones de san Bernardo, abad Sermón, domingo infraoctava de la Asunción El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y
por la misma historia de la pasión del Señor. Éste –dice el santo anciano,
refiriéndose al niño Jesús– está puesto como una
bandera discutida; y a ti –añade, dirigiéndose a María–
una espada te traspasará el alma. En verdad, Madre santa, una espada traspasó tu alma. Por lo demás,
esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu
alma. En efecto, después que aquel Jesús –que es de todos, pero que es tuyo
de un modo especialísimo– hubo expirado, la cruel
espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya
no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó ¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que
atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma
y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a
Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al
discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios,
a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de
atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras,
cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo
recordarlas? No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma.
Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores
culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas
de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores. Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no
sabía que su Hijo había de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es
que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con
toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello, sufría por el
Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres
tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la
compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Este murió en su
cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada
por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo
por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante. Oración Señor, tú has querido que la
Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la
Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de
su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. CONVIENE MEDITAR LOS
MISTERIOS DE SALVACIÓN De los sermones de san Bernardo, abad Sermón sobre el acueducto: Opera Omnia El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. ¡La fuente de la
sabiduría, la Palabra del Padre en las alturas! Esta Palabra, por tu
mediación, Virgen santa, se hará carne, de manera que el mismo que afirma: Yo
estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá afirmar igualmente: Yo salí de
Dios, y aquí estoy. En el principio –dice el Evangelio– ya
existía Pero llegó el momento en que estos designios de paz se convirtieron en
obra de paz: La Palabra se hizo carne y ha acampado ya entre nosotros; ha
acampado, ciertamente, por la fe en nuestros corazones, ha acampado nuestra
memoria, ha acampado en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma
imaginación. En efecto, ¿qué idea de Dios hubiera podido antes formarse el
hombre que no fuese un ídolo fabricado por su corazón? Era incomprensible e
inaccesible, invisible y superior a todo pensamiento humano; pero ahora ha
querido ser comprendido, visto, accesible a nuestra inteligencia. ¿De qué modo?, te preguntarás. Pues yaciendo en un pesebre, reposando
en el regazo virginal, predicando en la montaña, pasando la noche en oración;
o bien pendiente de la cruz, en la lividez de la muerte, libre entre los
muertos y dominando sobre el poder de la muerte, como también resucitando al
tercer día y mostrando a los apóstoles la marca de los clavos, como signo de
victoria, y subiendo finalmente, ante la mirada de ellos, hasta lo más íntimo
de los cielos. ¿Hay algo de esto que no sea objeto de una verdadera, piadosa y santa
meditación? Cuando medito en cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va
hasta Dios y, a través de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta meditación
la llamo sabiduría, y para mí la prudencia consiste en ir saboreando en la memoria
la dulzura que la vara sacerdotal infundió tan abundantemente en estos
frutos, dulzura de Oración Derrama, Señor, tu gracia
sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación
de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, y con la intercesión
de DE
1. Como hay varias sabidurías, debemos buscar qué sabiduría edificó
para sí 2. Así, pues, esta sabiduría, que era de Dios, vino a nosotros del
seno del Padre y edificó para sí una casa, es a saber, a María virgen, su
madre, en la que talló siete columnas. ¿Qué significa tallar en ella siete
columnas sino hacer de ella una digna morada con la fe y las buenas obras?
Ciertamente, el número ternario pertenece a la fe en 3. Que poseyó las cuatro principales virtudes como cuatro columnas,
debemos investigarlo. Primero veamos si tuvo la fortaleza. ¿Cómo pudo estar
lejos esta virtud de aquella que, relegadas las pompas seculares y
despreciados los deleites de la carne, se propuso vivir sólo para Dios
virginalmente? Si no me engaño, ésta es la virgen de la que se lee en
Salomón: ¿Quién encontrará a la mujer fuerte? Ciertamente, su precio es de
los últimos confines. La cual fue tan valerosa, que aplastó la cabeza de
aquella serpiente a la que dijo el Señor: "Pondré enemistad entre ti y
la mujer, tu descendencia y su descendencia; ella aplastará tu
cabeza" Que fue templada,
prudente y justa, lo comprobamos con luz más clara en la alocución del ángel
y en la respuesta de ella. Habiendo saludado tan honrosamente el ángel
diciéndole: "Dios te salve, llena de gracia", no se ensoberbeció
por ser bendita con un singular privilegio de la gracia, sino que calló y
pensó dentro de sí qué sería este insólito saludo. ¿Qué otra cosa brilla en
esto sino la templanza? Mas cuando el mismo ángel la ilustraba sobre los
misterios celestiales, preguntó diligentemente cómo concebiría y daría a luz
la que no conocía varón; y en esto, sin duda ninguna, fue prudente. Da una
señal de justicia cuando se confiesa esclava del Señor. Que la confesión es
de los justos, lo atestigua el que dice: Con todo eso, los Justos confesarán
tu nombre y los rectos habitarán en tu presencia. Y en otra parte se dice de
los mismos: Y diréis en la confesión: Todas las obras del Señor son muy buenas . 4. Fue, pues, |
Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |