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“¡TÚ ERES BENDITA ENTRE
TODAS LAS MUJERES Y BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE!” Lc 1, 39-45 Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas relata que durante su embarazo, María partió y fue
sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría
en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! Poco después de los días
de la encarnación, como ya sabemos por el “sexto mes” de Isabel, se puso en
camino sin demora a la casa de su prima. No eran motivos de curiosidad lo que
lleva a María a visitar a su pariente, lo hace por amor y por atender a su
familiar, que es más anciana. Pero, sobre todo, era por el entusiasmo de
felicitarla y la alegría de verla. El evangelista, nos relata
que Isabel vivía en la región montañosa de Judá, no cita el pueblo, pero por
la tradición, sabemos que es cercano a Jerusalén, en el actual Kain Karim, a siete kilómetros al oeste, auque esto no es
muy seguro. En todo caso, para llegar hasta allí desde Galilea, se empleaban
de tres a cuatro días. El fragmento del
Evangelio, nos muestra que a la llegada de María a casa de Isabel, la saludó
primero. Podemos imaginar que por el parentesco debían saludarse muy
cordialmente, esto es con muestras de afecto y de mutuo cariño. Por el modo
como hace el relato san Lucas, nos hacemos la idea de cómo es María, por eso
podemos decir que con un gesto de delicadeza, ella se daría por enterada del
hecho de su gozosa maternidad. Es en este bello ambiente, con una agradable y
dulce exquisitez espiritual, como se suceden las escenas de la visitación. Al oír Isabel el saludo de
María, “Apenas esta oyó el saludo de María”, suceden dos bellísimos hechos,
el niño, (Bautista), “saltó en su seno” de gozo, y ella “fue llena del
Espíritu Santo,” y bendice a María y al Niño que guardaba en su seno. Isabel, iluminada por el
Espíritu Santo, se convierte en profetisa al descubrir el misterio de María y
conocer que en su seno estaba el que era esperado a través de toda la
historia del pueblo de Israel; El esperado por los Patriarcas y vaticinado
por los Profetas. Lucas, nos hace comprender
que la bendición a María la hace con emoción y con una fuerte voz y la
proclama “bendita entre las mujeres,” en otras palabras, quiere decir que es
la más bendita de todas. Isabel, por revelación del Espíritu Santo, sabe que
se halla ante la madre de “mi Señor.” Es la proclamación de hallarse ante el
Mesías. El Bautista “saltó de
gozo” en el seno de Isabel “Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en
mi vientre”, como indicando el privilegio de hallarse el Precursor ante el
Mesías. Algunos teólogos han pensado que en este momento fue la santificación
del Bautista, y se plantearon problemas sutiles y gratuitos relativos a su
libertad y conocimiento por razón del gozo. Isabel esta inspirada por
el Espíritu Santo, ella ve en María el instrumento providencial de la salvación
que vendrá a través del “Fruto de su vientre”, el Salvador y Redentor de
Israel, al que no se puede aclamar menos que bendito. “Feliz de ti por haber
creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
Nuevamente beatifica Isabel a María. En efecto, Isabel, elogia a María, “que
creyó,” por lo que se realizarán en ella los misterios anunciados de parte de
Dios. Con ello se exalta la fe de María. Porque María creyó, ésta
fue su grandeza, este es el fundamento de toda su alegría y felicidad, su fe,
es decir María, es la Maestra de María es “La que ha
creído” y el acto de fe en el ángel, la constituye en María, Madre de todos
los creyentes en Jesús, nuestro Salvador. Esto no fue oculto a Isabel, por
eso llama a María, “Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme?. En otras palabras, reconoce a María como
Bella enseñanza Ojala, la palabra de Dios,
lleguen en estas fechas tan entrañables, a los corazones de todos los hombres
y sea aceptada con amor, y así poder recibir las bendiciones del Señor. |
María, madre mía, eres
dueña de mi corazón Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |