LA ESPIRITUALIDAD
MARIANA DE LA ORDEN
INTRODUCCIÓN
Una de las notas
características de la espiritualidad del Carmelo es la presencia de la Virgen María en
nuestra vida, la comunión con su persona, la imitación de sus virtudes, el
culto de especial veneración. El Carmelo, según una expresión medieval, es
"todo de María".
No se trata pues de
una nota marginal del carisma, sino de una de las expresiones más íntimas y
más queridas de nuestra tradición.
En el título de la Orden con su explícita
alusión a la Virgen
se encuentra el sentido pleno de nuestra identidad en la Iglesia como Orden
vinculada a María. "El Carmelo es totalmente mariano" (León
XIII), como reconoce la
Iglesia.
La presencia de la Virgen en nuestras
comunidades acrecienta el sentido de "familia", por la constante
y común referencia a la Virgen
como presencia materna en medio de sus hijos e hijas; la dedicación a su
amor y a su culto, como especial consagración, determina la intensidad del
culto mariano, dentro de la más pura tradición litúrgica y espiritual de la Iglesia, renovada
actualmente por las orientaciones del Concilio Vaticano II.
La consagración
religiosa y la vida cristiana vivida en el Carmelo tienen como meta, según
la espiritualidad de la
Orden, la perfección de la caridad, del amor de Dios y
del prójimo; la tensión hacia la santidad que caracteriza nuestra vida
tiene en la Virgen
María no sólo el modelo mas alto sino también la compañía
mas eficaz; nuestra vida consagrada al servicio de Cristo y de la Iglesia tiene en el
amor de la Virgen
su ejemplo mas aleccionador; además, la doctrina y la experiencia
espiritual de nuestros Santos, indican que María es la Madre que acompaña
nuestro camino de vida espiritual para que lleguemos, de su mano,
"hasta la cima el Monte de la perfección que es Cristo".
El sello mariano,
connatural a nuestra historia y a nuestra espiritualidad, debe manifestarse
en una vida que refleje en los hijos e hijas la presencia viva de la Madre, que imprima
carácter de hondura espiritual, de sencillez personal y comunitaria, de
armonía y caridad al ambiente de nuestras comunidades, por un deseo de
imitar las actitudes más características de la vida de la Virgen que Pablo VI, en
una bella página ha resumido en la Marialis
Cultus n. 57.
I. LA ESPIRITUALIDAD MARIANA DE LA ORDEN
1. En los orígenes de nuestra devoción mariana
Hay tres palabras
claves que sintetizan los orígenes de nuestra relación carismática con la Virgen María: el
lugar del Monte Carmelo, el nombre o título mariano de la Orden, la explícita
mención de la dedicación de la
Orden del Carmelo al servicio de nuestra Señora.
a. El lugar: una capilla en honor de la Virgen María en
el Monte Carmelo
Un anónimo peregrino
de principios del siglo XIII nos ofrece, en un documento sobre los caminos
y peregrinaciones de la
Tierra Santa, el primer testimonio histórico mariano
acerca de la Orden. Nos
habla de una "muy bella y pequeña iglesia de nuestra Señora que los
ermitaños latinos, llamados "Hermanos del Carmelo" tenían en el Wadi 'ain es-Siah. Otra redacción del mismo manuscrito habla de una
iglesia de nuestra Señora.
Posteriormente el
título de la Virgen
María se le dará a todo el monasterio, cuando se amplíe
notablemente la primitiva capilla, como consta en varios documentos
antiguos (cfr. Bullarium Carmelitanum,
I, pp. 4 y 28). Este dato primordial de la capilla del Monte Carmelo
dedicada a la Madre
de Dios es significativo y prácticamente es el hecho del que se desprende
la más antigua devoción de los Carmelitas a la Virgen. Desde el
principio de su fundación los Carmelitas han erigido una pequeña capilla
dedicada a la Virgen
Madre de Dios en su misma tierra de Israel.
Suponemos que esta
capilla estaba presidida por una imagen de la Madre de Dios. La
tradición antigua de la orden nos ha transmitido algunas imágenes antiguas,
de inspiración oriental. Entre ellas algunas del tipo de la Virgen de la ternura o
de la Virgen
sentada en un trono con su Hijo. Todo ello indica que los ermitaños del
Monte Carmelo querían dedicarse por entero al vivir en obsequio de
Jesucristo bajo la mirada amorosa de la Virgen Madre, y
que ella presidió desde sus misma cuna el
nacimiento de una nueva experiencia eclesial. De aquí el hecho que se la
reconozca como Patrona, según las palabras del General Pedro de Millaud al Rey de Inglaterra Eduardo I a propósito de la Virgen María
"en cuya alabanza y gloria esta misma Orden fue fundada
especialmente" (Cfr. Ibidem, 606-607). Una
afirmación que la tradición posterior confirmara constantemente.
b. El nombre: "Hermanos de la Bienaventurada Virgen
María del Monte Carmelo"
Así aparece el
título de la Orden
en algunos documentos pontificios, con una referencia explícita a la Virgen María,
como consta por la Bulla
de Inocencio IV, Ex parte dilectorum (13-1-1252):
"De parte de los amados hijos, los ermitaños hermanos de la Orden de Santa María del
Monte Carmelo" (Analecta Ordinis
Carmelitarum 2 (1911-1913) p.128). En un
documento posterior (20-2-1233) Urbano IV (en la Bula Quoniam,
ut ait) hace referencia
al "Prior Provincial de la
Orden de la Bienaventurada María
del Monte Carmelo en Tierra Santa" y añade que en el Monte Carmelo
está el lugar de origen de esta Orden donde se va a edificar un nuevo
monasterio en honor de Dios y "de la dicha Gloriosa Virgen su
Patrona" (Bullarium Carmelitanum
I, p.28).
Este nombre,
"Hermanos" que es signo de familiaridad e intimidad con la Virgen, ha sido
reconocido por la Iglesia,
y será en adelante fuente de espiritualidad cuando los autores carmelitas
posteriores hablen del "patronazgo de la Virgen" y de su
cualidad de "Hermana" de los Carmelitas.
c. La consagración a la Virgen
El Carmelo profesa
con su dedicación total al servicio de Jesucristo como Señor de la Tierra Santa,
según el sentido de seguimiento y de servicio que tiene el texto inicial de
la Regla en
su contexto histórico y geográfico, su total consagración a la Virgen María.
Así lo reconoce un antiguo texto legislativo del Capitulo de Montpellier,
celebrado en 1287: "Imploramos la intercesión de la gloriosa Virgen
María, Madre de Jesús, en cuyo obsequio y honor fue fundada nuestra
religión del Monte Carmelo" (Cfr. Actas del Capítulo General de
Montpellier, Acta Cap.Gen., Ed.
Wessels-Zimmermann,
Roma 1912, p.7). Esta especial consagración que se une al recuerdo del
seguimiento de Cristo tendrá una lógica consecuencia en la fórmula de la
profesión que incluirá la mención explícita de la entrega a Dios y a la Bienaventurada Virgen
María.
2. Una tradición espiritual viva
Tras los datos
históricos reseñados que pertenecen a los albores de la experiencia mariana
del Carmelo, las Constituciones señalan los elementos más significativos de
la espiritualidad mariana de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Sin embargo
podemos condensar en algunas orientaciones la riqueza doctrinal del
espíritu mariano de la Orden,
tal como ha sido vivido a partir de los orígenes, enriquecido por la
devoción y los escritos espirituales de algunos carmelitas insignes.
a. Los títulos de amor y de veneración.
Se puede afirmar que
la antigua tradición carmelitana ha expresado los vínculos de amor con la Virgen a través de una
serie de títulos relativos al misterio de María pero percibidos con un
sabor especial desde la experiencia de la vida del Carmelo. Así, en los
orígenes, predomina la denominación de Patrona de la Orden, pero también se
va haciendo camino la expresión más dulce de Madre, como aparece en
fórmulas antiguas de Capítulos y Constituciones, como estas: "En honor
de nuestro Señor Jesucristo y de la gloriosa Virgen María, Madre de nuestra
Orden del Carmelo"; "Para alabanza de Dios y de la bienaventurada
Virgen María Madre de Dios y Madre nuestra", como dicen las
Constituciones de 1369.
En la antífona
"Flos Carmeli"
se invoca a la Virgen
como "Madre dulce" (Mater mitis) y Juan de Chimineto
habla de María como "fuente de las misericordias y Madre
nuestra". Los dos apelativos están en relación con el misterio de la Virgen Madre de
Dios en la expansión de su maternidad hacia los hombres. A estos títulos
hay que añadir el de Hermana, asumido por los Carmelitas del siglo XIV en
la literatura devocional que narra los orígenes
de la Orden,
a partir del profeta Elías que contempla proféticamente en la nubecilla la
futura Madre del Mesías, y se complace en ilustrar las relaciones de la Virgen con los
ermitaños del Monte Carmelo.
Desde otro punto de
vista doctrinal, los Carmelitas, en la contemplación el misterio de la Virgen, han puesto de
relieve su Virginidad, admirando en ella el modelo de la opción por una
vida virginal en el Carmelo y su relación con la contemplación. Por las
mismas razones los Carmelitas siempre estuvieron entre los defensores del
privilegio de la
Inmaculada Concepción de la Virgen, en las
controversias de la edad media, sea a nivel de teología, sea a favor de la
introducción de la fiesta en el Calendario de la Orden que la celebraba
con particular devoción. De aquí también la insistencia de los autores
carmelitas en la filial contemplación de la Virgen Purísima
y del compromiso de imitar en la
Virgen esta actitud espiritual, simbólicamente reflejada
en la capa blanca del hábito de la Orden.
b. Privilegios para la Orden.
La historia y la
espiritualidad mariana de la
Orden, sobre todo durante los siglos XIV-XVI, se
enriquecen de motivos devocionales que van
aumentando la tradición histórica primitiva. La Virgen María
aparece como una auténtica Protectora de la Orden en momentos
difíciles de su evolución y su expansión en Occidente. EL Catálogo de los
Santos Carmelitas ha recogido la visión que el General de la Orden Simón Stock
tuvo hacia el año 1251, cuando la
Virgen se le aparece y le hace entrega del hábito de la Orden asegurándole la
salvación eterna para todos los que lo lleven con devoción. Al Papa Juan
XXII se le atribuye un documento, llamado comúnmente Bula Sabatina, que
lleva la fecha del 3 de marzo de 1322, en el cual refiere la visión que el
mismo Papa tiene de la
Virgen que le promete una protección personal a cambio de
la ayuda que él mismo preste a los Carmelitas; en la Bula se alude al
privilegio de una liberación de las penas del Purgatorio para todos
aquellos que hayan llevado dignamente el Santo Escapulario, mediante la
acción maternal de la
Virgen que irá a liberar a sus devotos el sábado
siguiente a su muerte.
Estos dos hechos han
polarizado la atención popular hacia la devoción mariana propuesta por los
Carmelitas y han monopolizado, en cierto sentido, la visión espiritual que la Orden ha tenido del
misterio de María, que es sin duda mucho más rica, más evangélica, más
espiritual.
La Orden desde el siglo XIV quiso celebrar
con una fiesta especial, la Conmemoración de la Virgen María del
Monte Carmelo, los beneficios recibidos por intercesión de nuestra Señora.
Esta fiesta tenía a la vez el sentido de recordar la protección de María y
de realizar la acción de gracias por parte de la Orden. En la
elección de la fecha, como se sabe, influye la parcial aprobación de la Orden obtenida en el
Concilio II de Lyon, el 17 de julio de 1274,
cuando había estado en peligro la extinción de la Orden. Posteriormente,
la fecha del 16 de julio fue considerada como el día tradicional de la
aparición de la Virgen
a San Simón Stock; de esta forma el recuerdo de la protección de la Virgen se concentró en
el agradecimiento particular por lo que constituía la suma y compendio del
amor de la Virgen
para los Carmelitas: el don del Santo Escapulario y sus privilegios.
c. Espiritualidad mariana de la Orden: María, modelo y
Madre
Una nota distintiva
de la actitud de los Carmelitas hacia la Virgen María es
el deseo de imitar sus virtudes dentro de la propia profesión religiosa. Ya
el conocido teólogo carmelita Juan Baconthorp
(1294-1348) había intentado hacer en su comentario a la Regla un paralelismo
entre la vida del Carmelita y la vida de la Virgen María; se
trata de un principio exegético de gran importancia porque centra la
devoción en la imitación. Otro gran teólogo, Arnoldo Bostio
(1445-1499), ha cantado en su obra acerca del Patronazgo mariano sobre la Orden, el sentido de
intimidad con la Virgen,
la especial filiación del carmelita, la comunión de bienes con la Madre, el sentido de la
"hermandad" con Ella. El Beato Bautista Mantuano (1447-1516) es
un cantor eximio de la
Virgen en su producción poética. Como fieles intérpretes
de la tradición carmelitana llevan a su esplendor el sentido de la
intimidad con la Virgen
y su conformación interior al misterio de María el P. Miguel de San Agustín
(1621-1684) y su dirigida María de Santa Teresa (1623-1677).
Aunque no es éste el
lugar para desarrollar la doctrina de todos estos autores, hemos querido
dejar constancia de una rica tradición doctrinal y espiritual del Carmelo
que encontrará en los representantes del Carmelo Teresiano una digna
continuidad y profundización de la espiritualidad mariana.
d. Liturgia y devoción popular.
Los Carmelitas han
expresado su devoción y consagración a la Virgen especialmente por medio de la
liturgia. Han erigido templos en su memoria y venerado su imagen. Los
antiguos Rituales de la
Orden, a partir del siglo XIII, muestran el fervor
litúrgico del Carmelo en la celebración de las fiestas marianas de la Iglesia, con la
aceptación de nuevas celebraciones; se trata de fiestas que en otros
lugares y en otras Ordenes, no son acogidas con
tanto fervor, como la fiesta de la Inmaculada Concepción.
La fiesta de la
Conmemoración Solemne de la Virgen del Monte
Carmelo se convierte en la fiesta principal. El antiguo rito
jerosolimitano, seguido por la
Orden, reserva a María múltiples invocaciones en las
horas canónicas, con antífonas marianas a final de cada hora y con una solemnización especial de la Salve Regina de
Completas.
En honor de la Virgen se celebran sus
misas votivas y el nombre de María se introduce con frecuencia en los
textos litúrgicos de la toma de hábito y de la profesión. Se puede decir
que la liturgia carmelitana ha dejado una profunda huella de espíritu
mariano en la tradición espiritual y ha plasmado interiormente la
dedicación que la Orden
profesaba a la
Virgen Nuestra Señora. Junto a la liturgia florecen
características prácticas de devoción popular de la Iglesia, como el Angelus y el Rosario, y otras propias de la Orden, unidas a la
devoción del Escapulario.
3. La espiritualidad mariana en el Carmelo teresiano
La segunda parte del
n. 54 de las Constituciones presenta la lógica continuidad de la
experiencia mariana del Carmelo en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz con estas palabras:
"Santa Teresa y San Juan de la
Cruz, han reafirmado y renovado la piedad mariana del
Carmelo". Sigue a continuación una breve y jugosa síntesis del
pensamiento mariano de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Dentro del
espacio que ofrecen estas páginas de breve comentario vale la pena alargar
un poco más la visión que ofrecen de este punto las Constituciones para ver
hasta qué punto el tema mariano se enriquece en los Santos de la Orden y como queda
configurado actualmente en nuestra espiritualidad, a partir de la doctrina
y experiencia de Teresa de Jesús, de Juan de la Cruz y de otros testigos
eximios del Carmelo Teresiano.
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