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ASCENDENCIA, NACIMIENTO E INFANCIA DE MARIA Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
I. BUSCANDO ANTECEDENTES Hoy día y como siempre,
no ha dejado ser interesante buscar antecedentes de la ascendencia, del
nacimiento y de la infancia de María, la Madre de Dios, ella es nuestra
reconocida Madre, es nuestra gran intercesora, es así, como esta en todas
nuestras oraciones, y reconocemos que es la mas tierna consoladora de los
afligidos, y de ella recibimos los milagros mas inimaginable y no se ha oído
nunca decir a alguien que no haya oídos sus suplicas y ruegos. Conocemos más a
María, porque sentimos su amorosa presencia que por antecedentes escritos
sobre su vida, quizás alguien podría decir que con eso basta, y no deja de
tener razón, pues he oído testimonios de personas muy desprovistos de
recursos de lectura y casi sin una gran preparación en los conocimientos de
la cultura y las letras, hablar con tanta propiedad de nuestra Virgen María,
que pareciera que han realizado un profundo estudio sobre ella. A modo de
ejemplo, uno de sus hijos, allá en Méjico, un día sábado de Con todo, para
darle forma a este artículo, me he basado en lo que señalan las Bibliotecas
mariológicas, (www.caminando-con-maria.org),
el Protoevangelio de Santiago, La Enciclopedia Católica: Es un trabajo
personal, cuyo fin principal, es hacer una reflexión sobre nuestra madre
espiritual, a quien los católicos y otras denominaciones cristianas, nos
fascina venerar y honrar como la Madre de Dios. II. MARIA EN LOS EVANGELIOS Al leer los
Evangelios, nos sorprende al encontrar tan poco sobre María, Santos, beatos,
teólogos, religiosos y hombres interesado han tratado de alumbrar esta
oscuridad de María, algunos dicen que se habla muy poco de ella y otros que
es suficiente por que encuentran que esta mencionada ocho veces, entonces
toda la gran historia sobre nuestra Señora Madre de Dios, esta inspirada en
muchas ocasiones, por el amor de los hombre y por tener el espíritu de sentir
su maternal presencia en nosotros, y hemos hecho a través de los años una
hermosa narración literaria. III. EL PROTOEVANGELIO Proto, es un
elemento compositivo prefijo que significa primero o anterior, por ejemplo
protohistoria, su etimología es del griego, prôtos. Entonces
Protoevangelio, lo entendemos como anterior a los Evangelios, pero en cuanto
a las historia que se narra, debido a que la fecha que se le conoce a este,
es que data de finales del siglo II. Por otra parte, se
le conoce también a esta narración, como apócrifa, palabra que literalmente
se entiende como algo oculto o puesto aparte, también como, supuesto o fingido,
así se habla en algunos términos de un autor apócrifo. Sin embargo, para este
Protoevangelio apócrifo, lo hacemos para referirnos a un libro de materia
sagrada, que se atribuye a un autor sagrado, pero que no está incluido en la
lista de los libros reconocidos por la Iglesia como inspirados.(Canónico) IV. LA ASCENDENCIA DE DAVID, SEGÚN EL
EVANGELISTA SAN LUCAS San Lucas, nos
entrega información sobre la ascendencia de María de la Forma Siguiente, (Lc
1,32) Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios
le dará el trono de su antepasado David; mas adelante nos dice; (Lc 1,69)
Ahora sale triunfante nuestra salvación en la casa de David, su siervo, y
según San Pablo, (Rom 1,3) acerca de su Hijo quien, Según la carne, era de la
descendencia de David; luego S. Lucas también nos señala (Lc 1), una joven
virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de
la familia de David. La virgen se llamaba María, para todos, esta última
frase "de la familia de David" no se refiere a José, sino a María,
porque la narración que se hace en el párrafo, el personaje a quien se
refiere es a ella. En el texto (Lc 3,23) dice que Jesús, al comenzar, unos
treinta años, y era según se creía hijo de José, hijo de Helí. V. SUS PADRES El nombre del padre
de María, Joaquín, coincide con el nombre del padre de Nuestra Señora según
una tradición basada en la narración del Protoevangelio de Santiago, un
Evangelio apócrifo que data de finales del siglo II. Según este documento,
los padres de María eran Joaquín y Ana. VI. JOAQUÍN PADRE DE MARIA Ahora bien, el
nombre de Joaquín es sólo una variante de Heli o Eliachim, sustituyendo un
nombre divino (Yahvé) por otro (Eli, Elohim). Según el
protoevangelio, sabemos que consta en las historias de las doce tribus de
Israel que había un hombre llamado Joaquín, este era rico y aportaba ofrendas
dobles, diciendo: “El excedente de mi ofrenda será para todo el pueblo, y lo
que ofrezca en expiación de mis faltas será para el Señor, a fin de que se me
muestre propicio”. Habiendo llegado el gran día del Señor, los hijos de
Israel aportaban sus ofrendas. Así es, como Rubén
se puso ante Joaquín, y le dijo: No te es lícito aportar tus ofrendas el
primero, porque no has engendrado, en Israel, vástago de posteridad, entonces
Joaquín se contristó en gran medida, y se dirigió a los archivos de las doce
tribus de Israel, diciéndose: “Veré en los archivos de las doce tribus si soy
el único que no ha engendrado vástago en Israel”. Entonces buscando
minuciosamente halló que todos los justos habían procreado descendencia en
Israel. Luego se acordó del patriarca Abraham, y de que Dios, en sus días
postrimeros, le había dado por hijo a Isaac. Joaquín había
quedado muy afligido, y no se presentó
a su mujer, entonces se retiró al
desierto, allí monto su tienda, y ayunó cuarenta días y cuarenta noches,
diciendo entre sí: “No comeré, ni beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me
visite, la oración será mi comida y mi bebida”. Muchos han escrito,
basado en este protoevangelio el nacimiento de María se consiguió gracias a
las fervientes oraciones de Joaquín y Ana cuando ya tenían una edad avanzada. VII. ANA MADRE DE MARIA Así como Joaquín
pertenecía a la familia real de David, también se supone que Ana era descendiente
de la familia sacerdotal de Aarón; por ello decimos que Jesucristo, el Eterno
Rey y Sacerdote, descendía de una familia real y sacerdotal. Ana, la mujer de
Joaquín, se deshacía en lágrimas, y lamentaba su doble aflicción, diciendo:
“Lloraré mi viudez, y lloraré también mi esterilidad”. Sin embargo habiendo
llegado el gran día del Señor, se le acerco Judith, su sierva, y le dijo:
¿Hasta cuándo este abatimiento de tu corazón? He aquí llegado el gran día del
Señor, en que no te es lícito llorar, pero toma este velo, que me ha dado el
ama del servicio, y que yo no puedo ceñirme, porque soy una sierva, y él
tiene el signo real”, sin embargo Ana le respondió “Apártate de mi lado, que
no me pondré eso, porque el Señor me ha humillado en gran manera”. En su
tristeza Ana le dijo luego “Acaso algún perverso te ha dado ese velo, y tú
vienes a hacerme cómplice de tu falta”. Pero Judith no quería nada malo de
Ana, por eso luego le respondió: ¿Qué
mal podría desearte, puesto que el Señor te ha herido de esterilidad, para
que no des fruto en Israel? Pero Ana, se
encontraba apenada, triste, sumamente afligida, entonces se despojó de sus
vestidos de duelo, y se lavó la cabeza, se vistió con su traje nupcial, y a
cierta hora propicia se fue a su jardín, para pasear, en eso se fijo en
laurel y se colocó bajo su sombra, allí medito y rogó al Señor, diciendo:
“Dios de mis padres, bendíceme, y acoge mi plegaria, como bendijiste las
entrañas de Sara, y le diste a su hijo Isaac” VIII. LAS
LAMENTACIONES DE ANA MADRE DE MARIA Ana se lamentaba al
ver su realidad, pero no por ello, no dejaba de tener esperanza, pues su fe
en Dios, no la abandona, y confiada en que es oída, ella expresaba su dolor
en palabras, así un día levantando los ojos al cielo, vio un nido de
gorriones, y lanzó un gemido, diciéndose: “¡Desventurada de
mí! ¿Quién me ha engendrado, y qué vientre me ha dado a luz? Porque me he
convertido en objeto de maldición para los hijos de Israel, que me han
ultrajado y expulsado con risa y burla del templo del Señor”. “¡Desventurada de
mí! ¿A quién soy semejante? No a los pájaros del cielo, porque aun los
pájaros del cielo son fecundos ante ti, Señor”. “¡Desventurada de
mí! ¿A quién soy semejante? No a las bestias de la tierra, porque aun las
bestias de la tierra son fecundas ante ti, Señor”. “¡Desventurada de
mí! ¿A quién soy semejante? No a estas aguas, porque aun estas aguas son
fecundas ante ti, Señor.” “¡Desventurada de
mí! ¿A quién soy semejante? No a esta tierra, porque aun esta tierra produce
fruto a su tiempo, y te bendice, Señor” IX. LA PROMESA DIVINA Dios no ha dejado
nunca de escuchar los ruegos de sus hijos, es así como una un ángel del Señor
apareció, se le apareció a Ana y le dijo: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado y
atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en
toda la tierra.”, Ana, se sentía maravillada con la noticia, como no iba a
estarlos, después de tantos años, de haber sido humillada en burla por su
condición, recibía de buena fuente la mejor y la esperada de sus noticias
buena, por eso Ana respondió a ángel: “Tan cierto como el Señor, mi Dios,
vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda
al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida” Se encontraba Ana
esperando por su esposo, cuando dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole:
“Joaquín tu marido viene a ti con sus rebaños”. Noticia muy buena y alegre
para Ana, que estaba ansiosa de compartir con su esposo las buenas novedades,
y más feliz aún cuando los mensajeros le dijeron; “Un ángel del Señor ha
descendido hasta él, diciéndole: Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y
aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer Ana concebirá en su seno. Inmediatamente
Joaquín salió, y llamó a sus pastores, diciendo: Traedme diez corderos sin
mácula, estos es sin mancha, y serán
para el Señor mi Dios; y doce terneros, y serán para los sacerdotes y para el
Consejo de los Ancianos; y cien cabritos, y serán para los pobres del pueblo” Así fue como
Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de su
casa, lo vio venir, y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello,
diciendo: “Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones;
porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en
mis entrañas.”, entonces Joaquín entró a su hogar y guardó reposo en aquel
primer día. X. EL NACIMIENTO DE MARÍA, CONSIDERACIONES En lo referente al
lugar de nacimiento de Nuestra Señora Madre, existen tres tradiciones
diferentes que hay que considerar. Primero, se ha
situado el acontecimiento en Belén. Esta opinión se basa en la autoridad de
los siguientes testigos: ha sido expresada en un documento titulado "De
nativ. S. Mariae" incluido a continuación de las obras de San Jerónimo;
es una suposición más o menos vaga del Peregrino de Piacenza, llamado
erróneamente Antonino Mártir, que escribió alrededor del 580 d. de J.C. finalmente, los Papas Pablo II (1471),
Julio II (1507), León X (1519), Pablo III (1535), Pío IV (1565), Sixto V
(1586) e Inocencio XII (1698) en sus Bulas referentes a la Santa Casa del
Loreto afirman que la Bienaventurada Virgen nació, fue educada y recibió la
visita del ángel en la Santa Casa. Sin embargo, estos pontífices no deseaban
en realidad decidir sobre una cuestión histórica; ellos simplemente expresan
la opinión de sus épocas respectivas. Una segunda
tradición situaba el nacimiento de Nuestra Señora en Seforis, unas tres
millas al norte de Belén, la Diocaesarea romana, y la residencia de Herodes
Antipas hasta bien entrada la vida de Nuestro Señor. La antigüedad de esta
opinión puede deducirse por el hecho de que bajo el reinado de Constantino se
erigió en Seforis una iglesia para conmemorar la residencia de Joaquín y Ana
en dicho lugar. San Epifanio habla de
este santuario. Pero esto sólo demuestra que Nuestra Señora debió vivir
durante algún tiempo en Seforis con sus padres, sin que por ello tengamos que
creer que nació allí. La tercera
tradición, dice que María nació en Jerusalén, es la más probable de las tres.
Hemos visto que se basa en el testimonio de San Sofronio, de San Juan
Damasceno. La Festividad de la Natividad de Nuestra Señora no se celebró en
Roma hasta finales del siglo VII; sin embargo, dos sermones encontrados entre
los escritos de San Andrés de Creta (m. 680) implican la existencia de esta
fiesta y nos hacen suponer que fue introducida en una fecha más temprana en
otras iglesias. En 1799, el décimo canon del Sínodo de Salzburgo señala
cuatro fiestas en honor de la Madre de Dios: la Purificación, el 2 de
febrero; la Anunciación, el 25 de marzo; la Asunción, el 15 de agosto y la
Natividad, el 8 de septiembre. XI. CONCEPCIÓN DE MARÍA Según el
Protoevangelio de Santiago, sabemos que Joaquín al día siguiente, presentó sus
ofrendas, diciendo entre sí de esta manera: “Si el Señor Dios me es propicio,
me concederá ver el disco de oro del Gran Sacerdote”. Entonces sucedió que
una vez presentada sus ofrendas, fijó su mirada en el disco del Gran
Sacerdote, cuando éste subía al altar, y no notó mancha alguna en sí mismo,
en ese instante Joaquín dijo: “Ahora sé que el Señor me es propicio, y que me
ha perdonado todos mis pecados”, y salió justificado del templo del Señor, y
volvió muy conforme a su casa. Los meses de Ana se
fueron cumpliendo, hasta llegar al noveno mes y dio a luz. Podemos imaginar
cual fue la alegría de Ana, cunado sintió el primer llanto, y sin preocuparse
del normal instante de dolor físico del parto
preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera contestó: Una niña,
suponemos que la tomo en sus brazo, la acarició tiernamente, es lo que toda
madre hace naturalmente al nacimiento de su hijo, entonces Ana expresó: “Mi
alma se ha glorificado en este día”. Imaginemos ahora entonces, que Ana
acostó a la niña en su cama y cuando fue prudente le dio el pecho a la niña,
y entre eso la llamó María. XII. LA CASA DE MARIA Según San Lucas
1,26, al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, (Lc 1,27) a una joven virgen que estaba
comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de
David. La virgen se llamaba María. Entonces, por este evangelista sabemos que
María vivía en Nazaret, ciudad de Galilea, todo esto en el momento de la
Anunciación. Una determinada
tradición sostiene que fue concebida y nació en la misma casa en la que el
Verbo se hizo carne. Otra tradición, basada en el Evangelio de Santiago,
considera Seforis como la primera casa de Joaquín y Ana, aunque se dice que
después vivieron en Jerusalén, en una casa llamada Probática por San Sofronio
de Jerusalén. Probática, un nombre que probablemente procedía de un estanque
llamado Probática o Betzata en San Juan (5:2), cercano al santuario. Aquí fue
donde nació María. Alrededor de un siglo después, sobre el 750 d. de J.C.,
San Juan Damasceno afirma de nuevo que
María nació en Probática. Se dice que, ya en
el siglo V, la emperatriz Eudoxia construyó una iglesia en el lugar en que
nació María, y donde sus padres vivieron en su ancianidad. La actual iglesia
de Santa Ana se encuentra a una distancia de menos de XIII. EL
PRIMER AÑO Conocemos por el
protoevangelio, que la niña se fortificaba de día en día y cuando tuvo seis
meses, su madre la puso en el suelo, para ver si se mantenía en pie, y se
dice que la niña dio siete pasos, y luego avanzó hacia el regazo de su madre,
que la levantó, diciendo: “Por la vida del Señor, que no marcharás sobre el
suelo hasta el día que te lleve al templo del Altísimo”. Luego de esto estableció
un santuario en su dormitorio, y no le dejaba tocar nada que estuviese
manchado, o que fuese impuro, y como ayuda, llamó a las hijas de los hebreos
que se conservaban sin mancilla, esto es sin deshonra o desprestigio y ellas
se dedicaban a atender y a entretener a la niña con sus juegos. Cuando la pequeña
María, llegó a la edad de un año, Joaquín celebró un gran banquete, e invitó
a él a los sacerdotes y a los escribas y al Consejo de los Ancianos y a todo
el pueblo israelita, en ese encuentro presentó la niña a los sacerdotes, y
ellos la bendijeron, diciendo: “Dios de nuestros padres, bendice a esta niña,
y dale un nombre que se repita siglos y siglos, a través de las
generaciones”. Y todo los asistente, todo el pueblo dijo: “Así sea, así sea”.
Así fue, como Joaquín la presentó a los príncipes de los sacerdotes, y ellos
la bendijeron, diciendo: “Dios de las alturas, dirige tu mirada a esta niña,
y dale una bendición suprema”. Poéticamente se
dice que su madre la llevó al santuario de su dormitorio, y le dio el pecho y
luego entonó un cántico al Señor Dios, diciendo: “Elevará un himno al Señor
mi Dios, porque me ha visitado, y ha alejado de mí los ultrajes de mis
enemigos, y me ha dado un fruto de su justicia a la vez uno y múltiple ante
Él. ¿Quién anunciará a los hijos de Rubén que Ana amamanta a una hija? Sabed,
sabed, vosotras las doce tribus de Israel, que Ana amamanta a una hija,
después, dejó reposando a la pequeña María en el santuario del dormitorio, y
salió, y sirvió a los invitados, terminado el convite, todos salieron llenos
de júbilo, y glorificando al Dios de Israel. XIV. LA
PRESENTACIÓN DE MARÍA Según Éxodo 13:2 y
13:12, todo primogénito hebreo debía ser presentado en el Templo. Dicha ley llevaría
a los padres judíos piadosos a observar el mismo rito religioso con otros
hijos favoritos. Ello hace suponer que Joaquín y Ana presentaron a su hija,
obtenida tras largas y fervientes oraciones, en el Templo. En cuanto a María,
S. Lucas (1:34) nos dice que respondió al ángel que le anunciaba el
nacimiento de Jesucristo: "cómo podrá ser esto, pues yo no conozco
varón". Estas palabras difícilmente pueden ser entendidas, a menos que
supongamos que María había hecho voto de virginidad, ya que cuando las
pronunció estaba desposada (prometida en matrimonio) con San José. La ocasión
más adecuada para tal voto fue su presentación en el Templo. Del mismo modo
que algunos Padres admiten que las facultades de San Juan Bautista fueron
desarrolladas prematuramente por una intervención especial del poder divino,
se puede admitir la existencia de una gracia similar para con la hija de
Joaquín y Ana. Sin embargo, todo
lo referido anteriormente no supera la certeza de la probabilidad de unas
conjeturas piadosas. La consideración de que Nuestro Señor no podía rehusarle
a su bendita Madre cualquier favor que dependiera exclusivamente de su
magnificencia, no tiene un valor mayor que el de un argumento a priori. La
certeza sobre esta cuestión debe depender de testimonios externos y de las
enseñanzas de la Iglesia. Ahora bien, el
Protoevangelio de Santiago (7-8) y el documento titulado "De nativit.
Mariae" (7-8), afirman que Joaquín y Ana, cumpliendo un voto que habían
hecho, presentaron a la pequeña María en el Templo cuando tenía tres años de
edad; que la criatura subió sola los escalones del Templo, y que hizo su voto
de virginidad en dicha ocasión. San Gregorio de Nyssa y S. Germán de Constantinopla aceptaron
este testimonio, que también fue seguido por pseudo-Gregorio de Naz. en su
"Christus patiens". Además, la Iglesia celebra la Festividad de la
Presentación, aunque no especifica a qué edad fue presentada la pequeña María
en el Templo, cuándo hizo su voto de virginidad y cuáles fueron los dones
especiales naturales y sobrenaturales que Dios le concedió. La festividad es
mencionada por primera vez en un documento de Manuel Commenus, en 1166; desde
Constantinopla, la festividad debió ser introducida en la Iglesia occidental,
donde la podemos hallar en la corte papal de Aviñón en 1371; alrededor de un
siglo más tarde, el Papa Sixto IV introdujo el Oficio de la Presentación, y
en 1585 el Papa Sixto V extendió la Festividad de la Presentación a toda la
Iglesia. XV. CONSAGRACIÓN
DE MARÍA EN EL TEMPLO Los meses se
sucedían para la pequeña María, y cuando llegó a la edad de dos años, Joaquín
su padre, dijo: “Llevémosla al templo del Señor, para cumplir la promesa que
le hemos hecho, no sea que nos la reclame, y rechace nuestra ofrenda”. Sin
embargo Ana, su madre estimo que aún era pronto y respondió: “Esperemos al
tercer año, a fin de que la niña no nos eche de menos”. Joaquín, comprensivo
y buen esposo, siempre daba respuesta que mostraban la unidad y el acuerdo
matrimonial, acepto y cariñosamente le
respondió “Esperemos”. Entonces, un año
más tarde, cuando la niña María llegó a la edad de tres años, se dispusieron
a cumplir con lo prometido, así fue que Joaquín dijo: “Llamad a las hijas de
los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que
estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás, y para que su
corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor”. La hijas de
los hebreos, hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron
al templo del Señor. Allí esperaba y fue recibido por el Gran Sacerdote,
quien recibió a la niña, la tomo en sus brazos, la bendijo, y exclamó: “El
Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el
último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de
Israel”. Luego del
recibimiento, hizo sentarse a la niña
en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre ella, y ella
danzó sobre sus pies y toda la casa de Israel la amó. XVI. LA
INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE MARIA Las escrituras apócrifas
a las que nos hemos referido en el los párrafos anterior afirman que María
permaneció en el Templo después de su presentación para ser educada con otros
niños judíos. Allí ella disfrutó de hermosas visiones y visitas diarias de los santos ángeles. Cuando ella contaba
doce años, el sumo sacerdote quiso enviarla a casa para que contrajera
matrimonio. María le recordó su voto de virginidad, y confundido, el sumo
sacerdote consultó al Señor. Entonces llamó a todos los hombres jóvenes de la
estirpe de David y prometió a María en matrimonio a aquel cuya vara retoñara
y se convirtiera en el lugar de descanso del Espíritu Santo en forma de
paloma, San José fue el agraciado en este proceso extraordinario. Esto habría
sucedido así: Joaquín y Ana, sus padres,
salieron del templo, llenos de admiración, y glorificando al
Omnipotente, porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en
el templo del Señor, nutriéndose como una paloma, y recibía su alimento de manos
de un ángel. San Gregorio de
Nyssa, San Germán de Constantinopla y pseudo-Gregorio Nacianceno parecen
admitir estas leyendas. Además, el emperador Justiniano permitió que se
construyera una basílica en la plataforma del antiguo Templo, en memoria de
la estancia de Nuestra Señora en el santuario; la iglesia fue llamada la
Nueva Santa María, para distinguirla de la iglesia de la Natividad. Se cree
que es la moderna mezquita de Al-Aqsa. Por otra parte, la
Iglesia no se pronuncia en lo que respecta a la estancia de María en el
Templo. San Ambrosio, cuando describe la vida de María antes de la
Anunciación, supone expresamente que vivía en la casa de sus padres. Todas
las descripciones del Templo judío que pueden poseer algún valor científico
nos dejan a oscuras en cuanto a la existencia de lugares en los que pudieran
haber recibido su educación las muchachas jóvenes. La estancia de Joas en el
Templo hasta la edad de siete años no apoya el supuesto de que las chicas
jóvenes fueran educadas dentro del recinto sagrado, ya que Joas era el rey, y
fue obligado por las circunstancias a permanecer en el Templo (cf. IV Reyes
11:3). La alusión de II Macabeos 3:19, cuando dice "las doncellas,
recogidas" no demuestra que ninguna de ellas fuera retenida en los
edificios del Templo. Si se dice de la profetisa Ana (Lucas 2:37) que
"no se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y
día", nosotros no suponemos que ella viviera de hecho en una de las
habitaciones del templo. Como la casa de Joaquín y Ana no se encontraba muy
alejada del Templo, podemos suponer que a la santa niña María se le permitía
a menudo visitar los sagrados edificios para que pudiera satisfacer su
devoción. Cuando llegó a la
edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que
María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida
tomaremos con ella, para que no mancille el santuario? Y dijeron al Gran
Sacerdote: Tú, que estás encargado del altar, entra y ruega por María, y
hagamos lo que te revele el Señor. El Gran Sacerdote, poniéndose su traje de
doce campanillas, entró en el Santo de los Santos, y rogó por María. Y he
aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías,
sal y reúne a todos los viudos del pueblo, y que éstos vengan cada cual con
una vara, y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la
esposa. Y los heraldos salieron, y recorrieron todo el país de Judea, y la
trompeta del Señor resonó, y todos los viudos acudieron a su llamada. Se consideraba que
las doncellas judías habían alcanzado la edad del matrimonio cuando cumplían
doce años y seis meses, aunque la edad de la novia variaba según las
circunstancias. El matrimonio era precedido por los esponsales, después de
los cuales la novia pertenecía legalmente al novio, aunque no vivía con él
hasta un año después, que era cuando el matrimonio solía celebrarse. Todo
esto coincide con el lenguaje de los evangelistas. San Lucas (1:27) llama a
María " una virgen desposada con un varón de nombre José"; S. Mateo
(1:18) dice "Estando desposada María, su madre, con José, antes de que
conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo". Como no
tenemos noticia de ningún hermano de María, debemos suponer que era una
heredera, y estaba obligada por la ley de Números 36:3 a casarse con un
miembro de su tribu. La ley misma prohibía el matrimonio entre determinados
grados de parentesco, de modo que incluso el matrimonio de una heredera se
dejaba más o menos a su elección. Según la costumbre
judía, la unión de José y María tenía que ser concertada por los padres de
José. Uno se puede preguntar por qué María accedió a sus esponsales, cuando
estaba ligada por su voto de virginidad. De la misma manera que ella había
obedecido la inspiración divina al hacer su voto, también la obedeció al
convertirse en la novia prometida de José. Además, hubiera sido un caso
singular entre los judíos el rehusar los esponsales o el matrimonio, ya que
todas las doncellas judías aspiraban al matrimonio como la realización de un
deber natural. María confió implícitamente en la guía de Dios, y por ello
estaba segura de que su voto sería respetado incluso en su estado de casada. XVII. LA
PRESENCIA DE JOSÉ Cuando José recibió
la noticia, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás
viudos, y, todos congregados, fueron a encontrar al Gran Sacerdote. Este tomó
las varas de cada cual, penetró en el templo, y oró. Cuando hubo terminado su
plegaria, volvió a tomar las varas, salió, se las devolvió a sus dueños
respectivos, y no notó en ellas prodigio alguno. Luego José tomó la última, y
he aquí que una paloma salió de ella, y voló sobre la cabeza del viudo.
Asombrado el Gran Sacerdote dijo a José: Tú eres el designado por la suerte,
para tomar bajo tu guarda a la Virgen del Señor. Sin embargo, José no se lo podía
creer, y no salís de su asombre, aún mas, se negaba a ello, diciendo: “Soy
viejo, y tengo hijos, al paso que ella es una niña. No quisiera servir de
irrisión (objeto de risas y burlas) a los hijos de Israel. Y el Gran
Sacerdote respondió a José: Teme al Señor tu Dios, y recuerda lo que hizo con
Dathan, Abiron y Coré, y cómo, entreabierta la tierra, los sumió en sus
entrañas, a causa de su desobediencia. Teme, José, que no ocurra lo mismo en
tu casa. Entonces José,
lleno de temor, recibió a María bajo su guarda, diciéndole: He aquí que te he
recibido del templo del Señor, y que te dejo en mi hogar. Ahora voy a
trabajar en mis construcciones, y después volveré cerca de ti. Entretanto, el
Señor te protegerá. XVIII. EL
VELO DEL TEMPLO He aquí que los
sacerdotes se reunieron en consejo, y dijeron: “Hagamos un velo para el
templo del Señor. Y el Gran Sacerdote dijo: Traedme jóvenes sin mancilla de
la casa de David. Y los servidores fueron a buscarlas, y encontraron siete
jóvenes. Y el Gran Sacerdote se acordó de María, y de que era de la tribu de
David, y de que permanecía sin mancilla ante Dios. Luego, los servidores partieron, y la trajeron.
Introdujeron a las jóvenes en el templo del Señor, y el Gran Sacerdote dijo:
Echad a suertes sobre cuál hilará el oro, el jacinto, el amianto, la seda, el
lino fino, la verdadera escarlata y la verdadera púrpura. Entonces la
verdadera escarlata y la verdadera púrpura tocaron a María, que, habiéndolas
recibido, volvió a su casa. Y María tomó la escarlata, y empezó a hilarla.
Esto fue, en el momento que Zacarías
quedó mudo, y Samuel lo reemplazó en sus funciones, hasta que recobró la
palabra. La Virgen María, viva en sus corazones Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Escrito en septiembre del año 2000 Bibliografía Protoevangelio de Santiago Enciclopedia Catolica Biblioteca Mariana Preguntas sobre Maria, www.caminando-con-maria.org |
María, madre mía, eres dueña de mi corazón Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |