Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
GUADALUPE LA
VIRGEN DE GUADALUPE, PATRONA DE MÉXICO Y
EMPERATRIZ DE LAS AMÉRICAS "Confiamos
a Santa María de Guadalupe, Patrona de México y de todo el continente, el
destino de los pueblos americanos y de su nueva evangelización." Juan
Pablo II, enero 1999. Esta
historia la debemos leer, meditar
y hacer de ella una reflexión desde el
corazón, Maria, nuestra Virgen Madre, sabe a quién se le aparece y porque lo
hace y para que lo hace. Ella es nuestra Madre y cuida de todos sus hijos
estén donde estén y sean quienes sean. Si
deseamos algún testimonio para aceptar esta realidad, se incluyen algunos, si
deseamos alguna señal, pidámosela nosotros mismo a nuestra Madre Virgen
¿Cómo?, con la oración, con el Santo Rosario. 1. HISTORIA La siguiente historia es tomada
del escrito del hermano nativo de esa época, siglo XVI, Nican Mophua. Un
sábado de Él
subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era
brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo:
"Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María,
Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me
construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor,
compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos
los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor
Obispo y manifiéstale que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello
todo tu esfuerzo. Ten seguro que te agradeceré bien y te lo pagaré. Vas a
merecer que yo te recompense el trabajo y fatiga con que procuras hacer lo
que te encomiendo". Él
se arrodilló y le dijo: "Señora mía, voy corriendo a cumplir lo que me
has mandado. Yo soy tu humilde siervo." Y se fue de prisa a la ciudad y
camino al Palacio del Obispo, que era Fray Juan de Zumárraga, religioso
franciscano. Cuando
el Obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creyó. Solamente
le dijo: "Otro día vendrás y te oiré despacio." Juan
Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su
mensaje. Se fue derecho a la cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del
Cielo que le estaba aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le
dijo: "Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje
al Obispo, pero no me creyó. Comprendí, por la respuesta que me dio, que
pensó, quizás que es una invención mía que tú quieres que te hagan aquí un
templo. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de los principales que
le lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un pobre hombrecillo, el
último de todos. Perdóname que te cause esta gran pesadumbre, Señora y Dueña
Mía." Ella
le respondió: "Oye, hijo mío, el más pequeñito, es preciso que tú mismo
solicites y ayudes a que se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío, y
aún te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Dile que yo, en
persona, la siempre Virgen María, Madre de Dios, te envía, para hacerle saber
mi voluntad: que deben hacer aquí el templo que les pido." Pero
al día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era
necesaria alguna señal maravillosa para creer que era cierto que lo enviaba
la misma Señora del Cielo. Y lo despidió. El
lunes, Juan Diego no volvió al sitio donde se le aparecía nuestra Señora
porque su tío Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a la capital y
le llevara un sacerdote para confesarse. Él dio la vuelta por otro lado del
Tepeyac para que no lo detuviera la Señora del Cielo, y así poder llegar más
pronto a la capital. Mas Ella le salió al encuentro en el camino por donde
iba y le dijo: "Ten entendido hijo mío, el más pequeño, que no es tan
importante lo que te asusta y aflige. No se entristezca tu corazón ni te
llenes de angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿Acaso no soy tu
ayuda y protección? No te aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este
momento ha quedado sano. Sube ahora a la cumbre del cerro y hallarás
distintas flores. Córtalas y tráelas." Juan
Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y
exquisitas rosas de Castilla, siendo aquel un tiempo de mucho hielo en el que
no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho
o larga ruana blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la
Señora del Cielo. Ella
le dijo: "Hijo mío, esta es la prueba que llevarás de parte mía al
Obispo. Te considero mi embajador, muy digno de confianza. Ahora te ordeno
que sólo delante del Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas.
Contarás todo lo que viste y admiraste para que logres que el prelado
construya el templo que he pedido." Juan
Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la
presencia del Obispo le dijo: "Señor, hice lo que me mandaste hacer:
Pedí a la Señora del Cielo una señal. Ella aceptó. Me despachó a la cumbre
del cerro, y me mandó cortar allá unas rosas y me dijo que te las trajera.
Así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides, y cumplas su
voluntad. Helas aquí." Desenvolvió
luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las
diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la
preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios, tal cual se venera hoy en
el templo de Guadalupe en Tepeyac. Luego que la vieron, el Obispo y todos los
que allí estaban, se arrodillaron llenos de admiración. El prelado desató del
cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo
y la llevó con gran devoción al altar de su capilla. Con lágrimas de tristeza
oró y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Virgen. La
ciudad entera se conmovió, y venían a ver y admirar la devota imagen y a
hacerle oración; y le pusieron por nombre la Virgen de Guadalupe, según el
deseo de Nuestra Señora. Juan Diego pidió permiso para ir a ver a su tío
Bernardino, que estaba muy grave. El Obispo le envió un grupo de personas
para acompañarlo. Al llegar vieron a su tío estaba muy contento y que nada le
dolía. Y vinieron a saber que había quedado instantáneamente curado en el momento
en que la Santísima Virgen dijo a Juan Diego: "No te aflijas por la
enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano." El
Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del
Cielo. La ciudad entera desfilaba para admirar y venerar la Sagrada Imagen,
maravillados todos de que hubiera aparecido por milagro divino; porque
ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen. Fin
del relato 2. COMENTARIO Existen
otras muchas pruebas históricas sobre la existencia de Juan Diego, como, por
ejemplo, la tradición oral, fuente decisiva al estudiar a los pueblos
mexicanos, cuya cultura era principalmente oral. Esta tradición, en esos
casos suele obedecer a cánones bien precisos y, en el caso de Guadalupe,
siempre confirma la figura histórica y espiritual de Juan Diego. Quien quiera
profundizar en el aspecto histórico del vidente de Guadalupe, puede leer a
continuación el artículo inédito escrito por una de las personalidades más
competentes en la materia, Fidel González, presidente de la Comisión
histórica sobre Juan Diego constituida por la Santa Sede. La
maravillosa visita de la Virgen ocurrió el martes 12 de diciembre de 1531,
apenas diez años después de la conquista de México. La madre de Dios viene
para dar a conocer el evangelio a los pobres indios vencidos y para
"mostrar y dar" todo su "amor y compasión, auxilio y defensa,
pues yo soy vuestra piadosa madre." El obispo de México era Fray Juan De
Zumárraga, franciscano Durante
cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su
propia lengua, el náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra
"coatlallope"; un sustantivo compuesto formado por
"coatl" o sea, serpiente, la preposición "a" y
"llope", aplastar; es decir, se definió como "la que aplasta
la serpiente." Otros reconstruyen el nombre como
"Tlecuauhtlapcupeuh" que significa: "La que precede de la
región de la luz como el Águila de fuego." De todas formas el vocablo
náhualtl sonó a los oídos de los frailes españoles como el extremeño
"Guadalupe." relacionando el prodigio del Tepeyac con la muy
querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la Basílica
construida por Alfonso XI en 1340. ¡La Virgen se comunicó de manera que la
entendiesen tanto los indios como los españoles! La
Virgen de Guadalupe dio al indio Juan Diego un delicado trato de nobleza
elevando proféticamente la condición de todo su pueblo. El Señor
"derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes." Al
mismo tiempo, La Virgen trajo reconciliación y no división entre los nativos
y los españoles. Les ayudó a ambos a comprender que la fe cristiana no es
propiedad de nadie sino un don de amor para todos. Cuatrocientos
años debieron pasar para que la cultura occidental reconociera admirada que
la imagen impresa sobre el ayate indígena era un verdadero códice mexicano,
un mensaje del cielo cargado de símbolos. Helen Behrens, una antropóloga
norteamericana descubrió en 1945 lo que los ojos de los indios habían
"leído" en la pintura de la "Madre del verdadero Dios por
quien se vive" aquel diciembre de 1531. 3. LA IMAGEN. La
imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho
con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear
cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino de algodón. La
trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través
de ella, y la fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor
lo hubiera escogido para pintar sobre él. La
imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural,
una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser
entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de
describir aquí la rica y complicada simbología que contiene este
cuadro-códice porque cada detalle de color y de forma es portador de un
mensaje teológico. El
rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues
en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México. María
asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza,
rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. El
cuadro que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide
aproximadamente 66 x Esta
oportuna inclinación evita que el empate que une las dos piezas del tejido
caiga dentro de la faz de la Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es
la "Tilma de Turquesa" con que se revestían los grandes señores, e
indica la nobleza y la importancia del portador. Los rayos del sol circundan
totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta
joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el
lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la
intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre.
Su pie está apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los
mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus
alas de águila. La
Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del Creador y
conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere
acogerlos a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre. Con
la prodigiosa impresión en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del
sexto sol que esperaban los mexicanos. El cuadro de la Virgen de Guadalupe
estuvo 116 años expuesto a las inclemencias del ambiente, sin protección
alguna contra el polvo, la humedad, el calor, el humo de las velas y el
continuo roce de miles y miles de objetos que fueron tocados a la venerada
imagen, además del constante contacto de manos y besos de innumerables
peregrinos. Se ha comprobado que el tejido de maguey es de muy fácil
descomposición; cualquier tejido de esta fibra vegetal no puede conservarse
más allá de veinte años y sin embargo el ayate de Juan Diego ha resistido
mucho más de cuatro siglos en perfecto estado de conservación. 4. PAPAS Pío
X proclamó a Nuestra Señora de Guadalupe "Patrona de toda la América
Latina"; Pío XI, de "todas las Américas"; Pío XII la llamó
"Emperatriz de las Américas"; y Juan XXIII, "La misionera
celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas". En esta
gran basílica Juan Pablo II beatificó al indio Juan Diego el 6 de mayo de
1990. En
sus cuatro visitas a México, Juan Pablo II ha visitado el Tepeyac y honrado
con profundo amor filial a la Virgen de Guadalupe a quien ha encomendado el
continente Americano y su nueva evangelización. 5. JUAN PABLO II El
Papa Juan Pablo II nos enseña que, ante la actual cultura de la muerte,
encontramos esperanza en la Virgen de Guadalupe, la gran abogada y defensora
de la vida humana. Ella apareció embarazada. Los indios comprendieron que les
visitaba la Madre de Dios. Tras la conversión, los indios cesaron de ofrecer
sacrificios humanos que hasta entonces eran comunes. Por eso la Iglesia pide
hoy día su intercesión para defender la vida contra el genocidio del aborto y
otras amenazas contra los inocentes. En
su cuarta visita a México, del 22 al 26 de enero de 1999, Juan Pablo II puso
a los pies de la Virgen el documento del sínodo de las Américas que en
aquella ocasión entregó a la Iglesia como fundamento para la Nueva
Evangelización que solo es posible por la obra del Espíritu Santo. La Virgen
es la que propicia la obra divina con su fiat. Así es corredentora con su
Hijo Jesucristo. La cuarta visita del Papa a México coincidió con el 26
aniversario de la legalización del aborto en USA, poniéndose así de relieve
la gran batalla mundial por la dignidad de la vida humana. 6. LOS FIELES Cada
año, 20 millones de fieles se acercan al venerado cuadro para expresar a la
Madre del Cielo el testimonio de su cariño y veneración. El día de la fiesta,
doce de diciembre, se calcula que casi tres millones de personas acuden al
santuario del Tepeyac, cuya forma redonda simboliza la tienda que albergaba
el Arca de la Alianza en su marcha por el desierto; las lámparas interiores
que cuelgan del techo recuerdan la nube que guiaba al pueblo de Dios día a
día y la refulgente pared de oro que sostiene el cuadro, representa la
columna de fuego y luz que indicaba el camino durante la noche. El
cuadro ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos
y hasta de una bomba de gran tamaño que, en 1921, un desconocido escondió
entre flores que malvadamente le ofrecía. Al explotar la bomba, causó gran
destrucción. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen quedó
retorcido y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta. El cristal del
marco de su imagen no se rompió. En
la actualidad la imagen milagrosa está en la nueva basílica construida junto
a la antigua que se ha hundido notablemente. Los fieles pueden contemplar el
cuadro desde una estera móvil que a sus pies se desliza para movilizar a los
fieles y dar cabida a las multitudes que desean venerarla. Como en todo
santuario mariano, la basílica de Guadalupe cuenta con una capilla del
Santísimo donde los fieles constantemente adoran al Señor. El
31 de julio de 2002 Juan Pablo II canoniza al indio Juan Diego. Ahora es San
Juan Diego. La vida del indio fue de una enorme santidad, después del
milagro. Como una joya que brilla y reluce en el alhajero de María, San Juan
Diego es presentado al Trono de Dios con el orgullo de la Madre que le
devuelve al Padre, a uno de sus predilectos. 7. BUSCANDO PRUEBAS Estudios
Científicos sobre la Imagen de la Virgen de Guadalupe. Los
asombrosos descubrimientos en torno al cuadro de la Virgen de Guadalupe
tienen a los científicos en gran asombro. Se ha formado una comisión de
científicos para investigar los fenómenos inexplicables de esta tela que era
la ruana o poncho del indio Juan Diego. 8. LA TELA. Lo
primero que llama la atención de los expertos en textiles es que esta manta
se haya podido conservar durante siglos, expuesta al polvo, al calor y a la
humedad, sin que se haya deshilachado ni desteñido su bella policromía.
Siempre estuvo así expuesta a todo, y sólo desde hace unos años la cubrieron
con un vidrio. La
tela está hecha en una fibra de ayate mexicano que, por su naturaleza, se
descompone por putrefacción dentro de veinte años. Así ha sucedido con varias
reproducciones de la imagen que se han fabricado con este mismo tejido. Sin
embargo este lienzo lleva cuatrocientos cincuenta años, desde el tiempo de
Hernán Cortés, sin desgarrarse ni descomponerse. Por causas ininteligibles a
los expertos, es refractaria a la humedad y al polvo. 9. LA IMAGEN. La
pintura que cubre la tela es otro misterio. El sabio alemán Kuhn, premio
Nobel en Química, ha estudiado esta pintura, y su respuesta dejó atónitos a
los oyentes: "Estos colorantes no son ni minerales, ni vegetales, ni
animales". No han podido explicar el origen de los pigmentos que dan
color a la imagen, ni la forma en que esta fue pintada. Se
podría pensar que la tela ha resistido tanto porque la habrían encolado y
preparado de manera especial como a otras pinturas famosas, para que tuviera
gran resistencia. Pero el Señor Callaga, del instituto espacial NASA, de
Estados Unidos, la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y ha
descubierto que la tela no tiene ningún engomado ni preservativo, y que no se
puede explicar cómo esa imagen ha resistido cuatro siglos en un lienzo tan
ordinario. Con estos rayos infrarrojos se ha descubierto que la imagen no
tiene esbozos previos -como se ve en los cuadros de Rubens y Tiziano-, sino
que fue plasmada directamente, tal cual se la ve, sin tanteos ni
rectificaciones. La
imagen no tiene pinceladas. La técnica empleada es desconocida en la historia
de la pintura. Es incomprensible e irrepetible. 10. LAS PUPILAS. Un
famoso oculista, Lauvvoignet, examinó con un poderoso lente la pupila de la
Virgen, y observó, maravillado, que en el iris se ve reflejada la imagen de
un hombre. Esto fue al principio de una investigación que condujo a los más
inesperados descubrimientos. Por
medio de la digitalización se observa en la pupila de una fotografía todo lo
que la persona estaba mirando en el momento de tomarse la foto. El Dr.
Tosnman, especializado en digitalización, le ha tomado fotografías a la
pupila de la Virgen de Guadalupe. Después de ampliarlas miles de veces, logró
captar detalles imposibles de ser captados a simple vista. ¡Ha descubierto lo
que la Virgen miraba en el momento de formarse la imagen en la tilma de Juan
Diego! Los
detalles que aparecen en las fotografías de la pupila de la Virgen de
Guadalupe son: un indio en el acto de desplegar su ruana ante un religioso;
un franciscano en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la
mano sobre la barba en señal de admiración; otro indio en actitud de rezar;
unos niños y varios religiosos franciscanos más. O sea, todas las personas
que según la historia de la Virgen de Guadalupe, escrita hace varios siglos,
estaban presentes en el momento en que apareció la sagrada imagen. Lo
que es radicalmente imposible es que en un espacio tan pequeño, como la
córnea de un ojo situado en una imagen de tamaño natural, aún el más experto
miniaturista lograra pintar todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar
dos mil veces para poderlas advertir. 11. REFLEXIÓN No
hay tecnología ni ciencia posible que sea capaz de explicar las cosas de Dios
a través de las pruebas científicas. Muchas veces no comprendemos ciertos
misterios, pero los creemos por nuestra fe. Si
la Virgen María, Madre de Dios, quiere visitar personalmente a sus hijos,
toda la tierra le da la bienvenida, todos esperamos su mensaje de amor. Pero
no hay que ser ingenuo con las falsas y mentirosas apariciones de la Virgen
que algunas personas anuncian, en todo caso no son difíciles de identificar,
especialmente por el contenido de las apariciones o por la actitud de
soberbia de quien dice ser su vidente. En
efecto, el mensaje de nuestra Madre, talvez en algunos casos sea con algún
grado de severidad en el sentido de solicitar el estricto cumplimiento de
nuestras obligaciones como cristianos, mensajes que no dejan de ser la más
amorosa preocupación por el bienestar de sus hijos. Para
los sencillos humildes y de corazón las pruebas no son necesarias, y los
milagros recibidos con la oración no dejan de estar presentes y no son
necesarios para tener fe. “Maria, Madre mía te doy mi corazón” Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant 12 de diciembre de 2003 Link para ir a la novena |