ORACIÓN DE SAN
ALBERTO HURTADO A LA VIRGEN
¡Madre mía querida,
muy querida!
Ahora que tienes en
tus brazos a tu bello Niño
no olvides a este pobre hijo tuyo.
Aunque sea por
compasión, mírame;
ya sé que te cuesta
aparatar los ojos de Jesús
para ponerlos en mi miseria.
Pero, madre, si tú
no me miras,
¿cómo
se acabarán mis penas?
Si no te vuelves a
mi rincón,
¿quién
se acordará de mí?
Si tú no me miras,
Jesús, que tiene
sus ojitos clavados en los tuyos,
no me mirará.
Y si tú me miras,
Él seguirá tu mirada y me verá.
Y, entonces, con
que le digas:
"¡Pobrecito,
necesita nuestra ayuda!",
Jesús me atraerá a
sí y me bendecirá
Y yo lo marér, y Él me dará fuerza y alegría,
confianza y desprendimiento.
Me llenará de su
amor y de tu amor,
y yo trabajaré mucho por ël y por Tí.
Haré que todos lo
amen y te amen
y amando se salvarán.
¿Madre! ¡Y sólo con que me mires!
Tierras inmensas de
las altas planicies andinas,
de calores húmedos
de la Amazonia,
de nieves eternas y ríos gigantes.
Tierras americanas
de la riqueza y de la aridez,
de las megápolis
y de los espacios vírgenes.
¡Tierra de los
hombres... tu tierra, Señor!
Rostros de indio
vendido quíza de Asia,
del blanco de Europa y del negro de Africa.
Rostros tostados de
los campesinos sobre el lago
Titicaca y el Río Negro.
Rostros de adultos
envejecidos demasiado pronto
y de niños de ojos demasiado grandes.
Rostros masificados
a lo largo de las calles
de Buenos Aires, y de San Pablo, de la Paz y de Santiago.
Rostros fríos o
satisfechos deshechos o rebeldes,
sometidos o pacificados.
¡Rostros de
hombres... tu rostro, Señor!
¡Cómo, en esta
noche, en la hora en que una vez más
la noche cae pesada
sobre el continente
cómo no tener el corazón afligido!
Los poderosos no
son derribados de sus tronos.
Los humildes no son
exaltados.
Los hambrientos no
son colmados de bienes.
Los ricos no son
despedidos con las manos vacías.
¿Cuándo pues, Santa
Cruz será sinónimo de la
Santa Cruz
y de su árbol de vida?
¿Cuándo pues,
Valparaíso señalará la entrada al Valle
del Paraíso?
¿Cuándo pues,
Asunción será la imagen de la
Asunción por venir?
Nombres coloniales
de ayer. Nombre dolorosos de hoy.
Nombres promisores de cielos nuevos y de la tierra nueva...
¡Tu nombre, Señor!
Anima a tus
servidores, Señor,
para que antes de mañana se ilumine su
mirada.
¡Y que no se pierda
la esperanza!
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