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PENSAMIENTOS SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Santa Teresa de
los Andes Caminando con
Maria Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
1) Confíe todo a la
Ssma. Virgen. Récele siempre el rosario para que Ella le guarde no sólo su
alma, sino también sus asuntos. 2) Honra mucho a
María. Es tu madre tan buena y cariñosa, que jamás dejará de velar por ti. 3) Mi espejo ha
de ser María. Puesto que soy su hija, debo parecerme a Ella y así me pareceré
a Jesús. 4) La Ssma.
Virgen es el modelo más perfecto de nuestro sexo. ¿No vivió Ella siempre en
una continua oración, en el silencio,
en el olvido de lo de la tierra? 5) Pídele a la
Ssma. Virgen que sea tu guía; que sea la estrella, el faro que luzca en medio
de las tinieblas de tu vida. 6) Siempre esperé
y confié en que moriría con todos los sacramentos, porque no abandonó jamás
su escapulario del Carmen. 7) Habla a la
Ssma. Virgen de corazón a corazón. Cuando te sientas solo, mírala y verás que
sonriendo te dice: "Tu madre jamás te deja solo". Cuando, triste y
desolado, no halles con quién desahogarte, corre a su presencia y la mirada
llorosa de tu Madre diciéndote "no hay dolor semejante a mi dolor"
te confortará, poniendo en tu alma la
gota de consuelo que cae de su dolorido corazón. 8) La Ssma.
Virgen ha sido mi compañera inseparable. Ella ha sido la confidente íntima
desde los más tiernos años de mi vida. Ella ha escuchado la relación de mis
alegrías y tristezas. Ella ha confortado mi corazón tantas veces abatido por
el dolor. 9) No se
atemoricen ante la nueva vida que se les presenta, pues siendo hijas de
María, la Virgen las cubrirá con su manto. 10) Cuando sufra,
mire a su Madre Dolorosa con Jesús muerto entre sus brazos. Compare su dolor.
Nada hay que se le asemeje. Es su único Hijo, muerto, destrozado por los
pecadores. Y a la vista del cuerpo ensangrentado de su Dios, de las lágrimas
de su Madre María, aprenda a sufrir resignado, aprenda a consolar a la Ssma.
Virgen, llorando sus pecados. 11) He puesto en
defensa de mi causa dos grandes abogados que no pueden ser vencidos: mi Madre
Santísima, a quien jamás he invocado en vano y que ha sido mi guía verdadera
toda mi vida, desde muy chica, y mi Padre San José -a quien he cobrado gran
devoción-, que lo puede todo cerca de su Divino Hijo. 12) La que puso en
mi alma el germen de la vocación fue la Ssma. Virgen. Esta tierna Madre jamás
ha sido en vano invocada por sus hijos. Ella me amó y, no encontrando otro
tesoro más grande que darme en prueba de su singular protección, me dio el
fruto bendito de sus entrañas, su Divino Hijo. ¿Qué más me pudo dar? 13) Rezamos en
estos 15 días antes de la Asunción las
quince casas del Rosario. Le aseguro que llena el alma de felicidad esa
devoción a la Ssma. Virgen. 14) Por este
tiempo (a mis siete años), empieza mi devoción a la Virgen. Mi hermano Lucho
me dio esta devoción, con la que he estado y estaré, como lo espero, hasta mi
muerte. Todos los días Lucho me convidaba a rezar el Rosario, e hicimos
juntos la promesa de rezarlo toda la vida; la que he cumplido hasta ahora.
Sólo una vez, cuando estaba más chica, se me olvidó. 15) Ruega a la
Madre de los Dolores para que no me deje jamás bajar la cima del Calvario,
donde he de ser en cada momento de mi vida crucificada. |