SUFRIR CON
ALEGRIA, CARTA A LA VIRGEN Santa Teresa de
los Andes Caminando con
Maria Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
DEL DIARIO DE TERESITA Hoy desde que me levanté estoy muy triste.
Parece que de repente se me parte el corazón. Jesús me dijo que quería que
su¬friese con alegría. Esto cuesta tanto, pero basta que El lo pida para que
yo procure hacerlo. Me gusta el sufrimiento por dos razones: la primera,
porque Jesús siempre prefirió el sufrimiento, desde su nacimiento hasta morir
en la cruz. Luego ha de ser algo muy grande para que el Todopoderoso busque
en todo el sufri¬miento. Segundo: me gusta porque en el yunque del dolor se
la¬bran las almas. Y porque Jesús, a las almas que más quiere, envía este
regalo que tanto le gustó a El. Me dijo que El había subido al Calvario y
se había acostado en la Cruz con alegría por la salvación de los hombres.
"¿Acaso no eres tú la que me buscas y la que quieres parecerte a Mí?
Lue¬go ven conmigo y toma la Cruz con amor y alegría". Encuentro también en un cuaderno una cosa
escrita que se titulaba: "Mi Espejo". "Mi espejo ha de ser
María. Puesto que soy su hija, debo pa¬recerme a Ella y así me pareceré a
Jesús". "No he de amar sino a Jesús. Luego
mi corazón ha de tener el sello del amor de Dios. Mis ojos se deben fijar en
Jesús crucificado. Mis oídos han de oír constantemente la voz del Divino
Crucificado". "Mi lengua ha de expresarle mi amor.
Mi pie ha de encami¬narse al Calvario. Por eso ha de ser mi andar lento y
recogido. Mis manos deben estrechar el Crucifijo, es decir, aquella imagen
divina que ha de imprimirse en mi corazón". También encuentro una carta que escribí
una noche en que ya no podía sufrir más: "Madre querida, Madre casi idolatrada:
Te escribo para desahogar mi corazón despedazado por el dolor. No quiero que
juntes sus pedazos, Madre de mi alma sino que mane, que destile un poco de
sangre. Me ahoga el dolor, Madre mía. Sufro, pero estoy feliz sufriendo. He
quitado la Cruz a mi Jesús. El descansa. ¿Qué mayor felicidad para mí ? Estoy sola Madre mía. Mi mamá se va hoy a
Viña a ver [a] Ignacito y nosotras quedaremos aquí. ¿Hasta cuándo? No lo sé.
Hasta que Jesús lo quiera ¿no te parece...? Sufro... y ya no puedo más. Sólo
te pido que sanes a los enfermos. Tú sabes quiénes son. Tú, Madre, si quieres
puedes hacerlo. Madre mía, muéstrate que eres mi Madre Oye el grito de mi
alma pecadora arrepentida, que sufre y apura el cáliz del dolor hasta las
heces; pero no importa. Me da pena, pero sólo quiero a Jesús. Quiero que El
sea el dueño de mi corazón. Dile que le amo y que le adoro. Dile que quiero
sufrir, que quiero morir de amor y sufrimiento. Que no me importa el mundo,
sino solamente El. Sí, Madre. Estoy sola. Me uno a tu soledad. Consuélame,
aliéntame, aconséjame, acompáñame y bendíceme. Tú eres mi Madre y te digo que tengo
pena. Antes tenía una tregua mi dolor un rayo de luz en mi oscuro corazón;
pero ese rayo de luz ya no me alumbra ni sonríe. Esa sonrisa de mi madre me
hacía vivir y era dos veces a la semana; pero ahora no la tendré. Mañana será
miércoles y nadie me llamará al salón. Ven Tú con tu Hijo y mi felicidad será
completa. Haced que sepa mis lecciones, mis
repasos, mis exámenes. Que tenga premios para verte feliz a Ti, y a mi Jesús
y a mis padres. María, Madre mía, óyeme. Tu hija". (D 15,11) El siete de diciembre [1915] escribí:
"Es mañana el día más grande de mi vida. Voy a ser esposa de Jesús.
¿Quién soy yo y quién es El? [El] todopoderoso, inmenso, la Sabiduría, Bondad
y Pureza misma se va a unir a una pobre pecadora. ¡Oh Jesús, mi amor, mi
vida, mi consuelo y alegría, mi todo! ¡Mañana seré tuya! ¡Oh, Jesús, amor
mío! Madre mía, mañana [8.12.1915] seré
doblemente tu Hija. Voy a ser Espo¬sa de Jesús. El va a poner en mi dedo el
anillo nupcial. Oh, soy feliz, pues puedo decir con verdad que el único amor
de mi corazón ha sido El. Mi confesor me dio permiso para hacer
voto de castidad por nueve días y después me seguirá indicando las fechas.
Soy feliz. Tengo mi fórmula escrita: "Hoy, ocho de diciembre de 1915, de
edad de quince años, hago el voto delante de la Sma. Trinidad y en presencia
de la Virgen María y de todos los santos del Cielo de no admitir otro Esposo
sino a mi Señor Jesucristo, a quien amó de todo corazón y a quien quiero
servir hasta el último momento de mi vida. Hecho por la novena de la
Inmaculada para ser renovado con el permiso de mi confesor". Esto es lo último que tengo de este año.
No he vuelto a escribir mi diario. Pero tengo mi retiro y una carta que le
escribí a mi hermana Rebeca para comunicarle mi vocación de Carmelita y
pedirle que me ayudara. Le escribí el día de su cumpleaños. |